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Vie, Abr

El clown ministerial y la camisa de fuerza

Miguel Godos Curay
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miguel godosERP/M.Godos. El desalojo de Cajamarca seguido de la muerte de Fidel Flores un ciudadano pertrechado con su familia en un inmueble cuyo desalojo era inminente. El protagonismo grotesco del ministro Urresti sumado a la deteriorada imagen de la Policía Nacional. Despinta de cuerpo al gobierno poco dispuesto a resolver el serio y extendido problema nacional de la inseguridad ciudadana. La guerra contra el delito se le fue de las manos al ministro tan involucrado con las redes de la corrupción montesinista y tan controvertido como Benedicto Jiménez, el héroe del GEIN (Grupo Especial de Inteligencia de la PNP) que capturó a Abimael Guzmán el 12 de septiembre de 1992. Hoy convertido en el guasón de la película.

La corrupción socava institucionalmente a la PNP. El mal no sólo afecta a los altos mandos en donde se negocian ascensos y la composición de la pirámide del poder. También a los cuadros intermedios donde se hurta el combustible para los patrulleros y se vende al mejor postor los días de franco para brindar seguridad a instituciones bancarias. La podredumbre lo socava todo. El ingreso a estas escuelitas aceleradas de formación policial en donde se produce una repartija de ingresos al mejor postor. Todo se vende y todo se trafica. La tarjeta con el peso de la influencia política vuela con el billete. Con esa selección sin selección de efectivos. La incompetencia socava por sí misma los cimientos institucionales.

Preocupante resulta, por ejemplo, en el propio Aeropuerto Jorge Chávez son los efectivos policiales los responsables de la salida clandestina de cocaína a los grandes mercados del narcotráfico. La PNP en todos sus niveles padece el cáncer de la corrupción. La coima se cobra a la vera del camino por la policía de control de carreteras y los coimeros consideran como parte de su rutina el obtener ingresos pingues en nombre de la ley. En las comisarías nada se mueve sino hay dinero de por medio "para la gaseosita", "para el combustible". La experticia corrupta ha adquirido dimensiones asquerosamente tremendas. Hay efectivos policiales provistos en su bolsillo de la tarjeta para "la parrillada de solidaridad" la que nunca se realiza pero provee de algunos soles al corrupto. De algo hay que vivir. responden, los propios efectivos, porque en las ligas mayores las mordidas tienen nombre propio.

La mayor parte de los conductores, por mencionar un ejemplo, saben que las infracciones se resuelven con billete en mano. Como señalan algunos ciudadanos antes encontrarse por las calles con un efectivo de la Guardia Civil inspiraba respeto. Hoy encontrarse con un efectivo policial da miedo. El tema de la inmoralidad está presente en el debate institucional. Todo el mundo, en el seno de la institución policial, sabe que desde el ministerio se negocia la seguridad a empresas mineras. Pagan muy bien y sostienen lubricados beneficios. Las empresas bancarias lo saben. La PNP suministra cholo barato para proteger sus instalaciones.

Otro aspecto crítico es a formación policial ineficiente. Los perfiles psicológicos de los postulantes no encajan con los que corresponden a una institución en la que los ciudadanos puedan confiar. A esta formación académica precaria, de medio pelo, se suma, la entrega de un arma de reglamento adquirida con el propio peculio y un uniforme empleado no para simbolizar el orden y el respeto sino una patente de corso para en nombre de la ley obtener descarados beneficios.

Frente a este desolador panorama resultan divertidas las exposiciones mediáticas de Urresti. Un payaso que usa portátiles en las puertas del congreso y que en las incautaciones de drogas confirma que la cocaína incautada era yeso. La actuación policial estridente tiene mucho de los deslices de Urresti. No hace mucho un joven y aplicado estudiante universitario al que se le sindicó como delincuente en la puerta de su pensión fue baleado, perdió el bazo. Y la PNP bien gracias.

Cualquier esfuerzo de mejora en la PNP no sólo requiere de un ministro con la suficiente seriedad, entereza moral y cautela para entender que la seguridad ciudadana es un ingrediente imprescindible de la vida nacional. Tan importante para salir del subdesarrollo y sentirnos seguros. El Perú requiere de una PNP que no tenga carcomidos sus cimientos por la inmoralidad y la desvergüenza. Todos reconocemos al policía abnegado que expone su vida y se esfuerza por prestigiar a su institución. Sin embargo, nos indigna aquel efectivo que con menoscabo de su decoro y dignidad actúa como un asaltante a mano armada exigiendo coima y pervirtiendo a su institución.

Hace algunos días inquirimos a un efectivo policial sobre ¿cómo se podría combatir la corrupción policial? Sus propuestas apuntaban en dos direcciones. La primera: mejor formación académica y profesional con estímulos para los mejores. La segunda: adecuados y efectivos mecanismos de sanción a los corruptos. Las pequeñas faltas de hoy son las raíces de los males mayores. La evaluación psicológica es necesaria pues en el propio seno de la institución hay drogadictos y sujetos con serios trastornos de la personalidad. Sin embargo, nadie valora estos aspectos.

La evaluación tiene que ser estricta y la propia comunidad debe ser con independencia un referente para evaluar el trabajo policial. Poco o nada, lo sabemos todos, se hace en la prevención del delito. El reconocimiento a los mejores estimula a los peores a un cambio de actitud. En un mundo competitivo los ineficientes y los productos desprovistos de calidad se retiran del mercado. Es mejor retirar a un efectivo policial incompetente a tiempo que permitir que el gusano de la corrupción horade las bases de una institución que queremos mejore. Este es el sentir de todos los peruanos.

 

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