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Vie, Abr

Publicidad callejera estilo Xerox

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Hace 11 años criticaba por este portal esa tendencia tan peruana a copiar lo que las otras personas hacen cuando resultan ser exitosas, especialmente si hablamos de negocios. Lejos de innovar lo que hace nuestros competidores, y a lo mejor tentar otro segmento de mercado no satisfecho por ellos, hacemos exactamente lo mismo y terminamos canibalizando la clientela hasta que alguien nos supere.

Una década y un año después vengo a confirmar esa filosofía Xerox que tenemos, o que por lo menos yo tengo que escuchar todos los santos días por mi barrio.

Al igual que los pregoneros de una entrañable tradición de Ricardo Palma, luego hecha vals por Alicia Maguiña, la hora la marcan los vendedores ambulantes quienes trocaron la mula y la carreta por la mototaxi (aunque el señor de los plátanos aún usa burro y carreta).

Así a las 9, pasa el pata del pescado que, aparte de tener una voz super grave, usa el micro tan cerca de la boca que las ventanas vibran. A las 3 comienza el desfile de los champuceros, mazamorreros y picaroneros, y de estos quiero dedicarme en esta columna, y no necesariamente al estilo del Bibliotecario Mendigo.

Entiendo que cuando hablamos de mercadeo, la diferenciación es clave porque nos permite sobresalir del resto de nuestra competencia. Sucedió que uno de estos vendedores vespertinos tuvo la idea de pasar en su mototaxi con un pregón más elaborado: una voz tratando de ser radial con el estribillo de “se acaba el postre, se acaba la delicia” o “papi, papi, papi, cómprale a tu niño” y otros más repetidos sempiternamente con un cha-cha-chá electrónico como fondo musical con un arreglito coral tipo Los Fantasmas del Caribe (sorry, generación del reggaeton).

El ruido, porque es ruido, al inicio parecía pintoresco y hasta tolerable.

No sé si la fórmula le funcionó al pata, pero ahora resulta que todos, absolutamente todos, los vendedores ambulantes que pasean por mi barrio usan el mismo bendito estilo de publicidad. Menos mal, se cuidaron de elegir pistas musicales diferentes; pero si alguien creyó librarse de los altoparlantes en la era de la publicidad por redes sociales, se equivocó.

Así entonces, el cha-cha-chá marca las 3, la del Chuchuwá-Chuchuwá pasa a las 5, y en medio de ellos un fulano que pone una de Corazón Serrano, pero vendiendo chupetes o qué sé yo.

Ah, y tenemos un vendedor de pescado que pasa dejando un día usando como fondo a Radio Ritmo o La Inolvidable. Ese sí no es fijo, pero he notado que viene entre las 2 y las 2 y 30 de la tarde.

No sé si queda para estampa turística, no sé si es una muestra de que el crecimiento del país se terminó de acelerar incrementando la informalidad, no sé si es ese gozo sádico criticado por una cumbia contra la bulla. Solo sé que si existe una ordenanza contra ruidos molestos, en mi barrio (y el vecino), es letra muerta.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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