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Jue, Abr

Los luchadores se elevan

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. ¿Por qué te mataron Godofredo? Hoy se cumplen 15 años de tu partida, y nadie quiere darnos respuestas. ¡Qué gran diferencia contigo! Parecía que las conocías todas. Jamás las ocultaste. ¿Fue por eso que te mataron?

Así comencé este mismo artículo hace cinco años. Siento que tu memoria parece diluírse en las trampas que pone el tiempo, fertilizadas por la indiferencia y el egoísmo de quienes creen tener el poder y el conocimiento de su parte cuando le pertenecen a nadie.

Estableciste y encontraste todos los argumentos que se tenían que saber para defender a Tambogrande de un despropósito evidente: una mina en medio del valle frutícola más importante del país, donde se podía “cultivar todo lo que pudieras sembrar”.

Esa frase no te la oí, sino a tu hijo Ulises, con quien compensé las horas que no pude gozarte directamente, y tuve que conformarme con leer y releer la antología de tus artículos publicados en El Tiempo.

La arena se hizo vida

Disfruté ayudando a reconstruir tu historia. Fuiste un prometedor chulucanense que se iba a labrar un futuro académico notable en la Universidad Agraria de La Molina. Tu camino era el doctorado, sin duda.

Te especializaste en estudiar insectos –los de seis y ocho patitas, valga la aclaración-. Hasta que te dejaste seducir por la visión de Renato Rossi, y te viniste con tu esposa Elva, quien ya debe estarte acompañando en la gloria ahora mismo, al arenal de Somate.

No creo que le hiciera gracia saber si era Alto o Bajo, o Medio, o qué sabe Dios… era arenal y punto.

Pero toda la ciencia de La molina te sirbió para hacer una obra de titanes: convertir el desierto, y la tierra dura de San Lorenzo en un emporio de alimento seguro para tus hijos, y los hijos de tus hijos…

entendiste correctamente que cuando a la tierra se le da, multiplica; por eso fuiste uno de los primeros en apostar por la agricultura orgánica, y cometer ese ‘absurdo’ de mezclar mangos, paltos, nims y rosales en el mismo espacio… con envidiavles resultados.

Que vengan todos

Parecía el ‘playhouse’ de Godofredo hijo, Dina, Elvita, Rossanna y Ulises, y terminó siendo su primera escuela, a la que iban sin chistar y para la que estaban listos y listas con una premura que cualquier padre o madre envidiaría.

Hiciste bien. ¡Mira lo que son ahora!

Pero ellos y ellas no son los únicos y únicas que se nombran tus hijos o hijas, si es que no, discípulos o discípulas.

No enseñaste en La Molina. No había problema. La parcela de Somate Bajo, además de laboratorio, se convirtió en tu aula. Tus alumnos eran tus vecinos, y cuando esa “promo” se “graduó”. Te trajiste a todo el valle, y uno que otro de los valles vecinos.

Todavía recuerdo tu sencilla explicación sobre las estomas de las hojas de las plantas, en aquella reunión vespertina junto a la iglesia de Malingas,aunque eso pasó hace 16 años.

Antes que el chilalo, estabas en pie a las cinco de la mañana, convocando a tus talleres demostrativos a través de la radio.

nunca cobraste. Nunca diste un certificado. ¿En qué estabas pensando? Hoy –dicen- nadie hace las cosas gratis. Pero, quedan todavía quienes te escuchaban atentamente, quienes llegaron con dudas y se fueron con respuestas. ¡Caray!¡Es que eras el hombre de las respuestas!

Continúa este artículo en https://t.co/3FzPOCYFx7

Foto: Stephanie Boyd / Guarango Cine y Video / archivo.

 

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