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Sáb, Abr

Las 2146 razones para sentirse inseguras e inciertas

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. A junio de dos mil dieciséis, todo el departamento de Piura registra dos mil ciento cuarenta y seis casos de violencia de género, de los que la mayor parte de víctimas son adolescentes. ¿Está bien así? ¿O prefieres: A junio de 2016, todo el departamento de Piura registra 2146 casos de violencia de género, de los que la mayor parte de víctimas son adolescentes”? ¿Cómo duele menos?

El escritor francés Antoine de Saint-Exupéry decía en su obra cumbre ‘El Principito’ que un signo inequívoco del mundo adulto es que todo lo interpretamos en base a números porque nos dan certeza, por ende seguridad. Pero, ¿qué tipo de seguridad?

2146 mujeres, la mayor parte adolescentes, nunca se sintieron seguras; por eso denunciaron. Apenas tienen la seguridad de ser parte de una cifra que nos transmite una certeza: el departamento de Piura es una sociedad enferma, tan enferma que es capaz de generarle inseguridad e incertidumbre a 2146 de sus mujeres, más o menos el 0,17% de su población total. ¿O prefieres “el cero coma diecisiete por ciento de…”?

“Poco. Entonces, ¿por qué hacen tanta bulla? ¿Por qué marchan? No son ni el uno por ciento… ni medio por ciento…. Ni un cuarto de por ciento…”.

Es cierto. Estadísticamente no es significativo. De hecho, todos los casos donde la vida de una mujer se ha apagado por exceso de fuerza, por escasez de iniciativa, por indiferencia a favor de mi zona cómoda, por intolerancia porque mi creencia me lo impone, por la razón que sea, no son un mercado significativo, si es que lo enfocamos todo desde la perspectiva de un número, que para fin de año, si se mantiene la tendencia, podría ser 4200 aproximadamente o 0,3% de la población departamental.

“Con eso apenas llenamos tres colegios del tamaño del Santa Rosa, el Santa Úrsula o el San Pedro Chanel”.

“Claro. Son tres por cada mil habitantes. Irrisorio”.

Y así la mente de muchas personas va a inventar una y otra y otra excusa sin caer en el fondo del asunto: no se trata de la cifra, sino de la vida, y de la valentía que tuvieron algunas víctimas para pararse frente a un insensible operador de justicia (la mayor parte de veces) a contar su historia, pedir protección y exigir una reparación. Se trata de la humillación que no solo sufre quien es agredida sino el entorno que se compra su lucha, de las miles de preguntas acerca del por qué fue víctima de agresión, de cómo va a afrontar su presente y cuál será su futuro.

Si Saint-Exupéry viviera, nos tiraría a la cabeza las cifras y nos enrostraría cómo fuimos capaces de arrancarle las hojas y los pétalos a su rosa, por qué olvidamos protegerla con la campana todas las noches, por qué nos llegó altamente domesticar al zorro, por qué nos da lo mismo el ruido del trigo al viento o del óxido cuando tratamos de sacar agua en el desierto mientras buscamos componer la nave de nuestra vida.

No son 2146 rosas reunidas en un solo jardín. Es todo el jardín que hemos dejado marchitar, ensalitrar y al que encima queremos prender fuego porque ya no es agradable a la vista, porque somos malos jardineros y malas jardineras, porque creemos que la lluvia hará su trabajo sin entender el lenguaje de las gotas sobre el follaje, porque confiamos en la radiación solar cuando olvidamos que más allá de la fotosíntesis, cada rosa vibra en alegres matices multicolores superando al verde clorofila.

No son números; son vidas.

Esa es la diferencia crucial que nos permitirá entender que estamos hablando de violencia de género, no de ideología o filosofía de género, porque un golpe, una cuchillada, un balazo, un despido por ser mujer, unos billetes negados para gerenciar un hogar, un insulto, un piropo procaz, la exhibición de genitales masculinos como expresión de hegemonía social o su masturbación desautorizada sobre el cuerpo de cualquier persona, , una metida de mano, una relación sexual a la fuerza o a cambio de un empleo no se filosofa para aminorar nuestro dolo y nuestra culpa, por Dios; es violencia. Punto.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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