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Vie, Abr

Raspadilla y Cremolada

Miguel Godos Curay
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miguel godosERP/M.Godos. La raspadilla es una delicia del verano. El hielo limpio de la planta de Urteaga raspado con el cepillo se acompaña con jarabes de cola, tamarindo y limón. Hoy se utilizan raspadores eléctricos y mecánicos. Cuando se usa el vaso como molde se presiona el hielo para luego cubrirlo con jarabe hablamos de la “chalaca”. La fórmula del jarabe es un secreto. Requiere tamarindo, esencia de cola inglesa y azúcar hervidos en punto de almíbar.

El calor convoca a los refrescos. El señor Maza, en la bajada del Puente Viejo tiene soja y piña. Los mejores raspadilleros estaban ubicados en el Parque Miguel Cortés y en la avenida San Teodoro. A la tradicional raspadilla añaden ensalada de frutas y dulce de ciruela. No hay churre que no disfrute este refresco ingrediente del verano. Pero en Piura bien le vale todo el año.

El raspadillero es todo un personaje. Conoce a sus clientes e identifica sus preferencias. Cuando don Polito se distinguió por sus canas. Los asiduos clientes le endilgaron el mote de “raspadilla sin jarabe”. Cuando decidió teñirse las canas le cambiaron el mote a “raspadilla con tamarindo”. El viejo refresquero nunca se frunció por el apodo ni renunció a su mandil de tocuyo impecable.

La cremolada, es invento reciente. Aunque pertenece a la familia refrescante su preparación es diferente. Requiere zumo de fruta constantemente batido en la heladera. Al servirse, el copo , debe conservar el calibre . La cremolada se distingue por su sabor: limón, cebada, sandía, cola, tamarindo, maracuyá, granadilla y aguaymanto. En plena canícula la cremolada nos recuerda que estamos en Piura.

La raspadilla no es privativa de la costa. También sube a las alturas de la sierra en donde despierta la curiosidad de los poblanos. Sin embargo, tras los primeros sorbos se sientan y se cogen la frente como efecto inmediato de la ingesta de hielo. Pasada esta sensación la saborean multiplicando su curiosidad por el hielo cepillado. Los migrantes que retornan de Jaén, Bagua y San Martín, confiesan su gusto por lo que llaman “del agua su duro” con dulcecito.

 

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