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Vie, Abr

Toda una trayectoria que parece no ser útil ahora

Nelson Peñaherrera
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Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Hace unos días me reuní con uno de mis productores para hacer una lista de asignaciones y perfiles para entrevistados. Le pregunté por una alta autoridad política sullanera, a quien quiero hacerle preguntas más de corte "marketero" con enfoque geopolítico. Algo que en "branding" se llama la marca comunitaria, como la Marca Perú, Marca Piura, y en este caso la Marca Sullana. La respuesta que me dio mi compañero me molestó.

"Dice que por ahora no quiere darte la entrevista porque siente que necesita más preparación", me reveló. "¡Oye, pero si lleva más de dos décadas metido en política!", le argüí. "¡algo debe haber aprendido!".

Y no me molestó porque me quedo sin un entrevistado que pudiera darme altas métricas una vez que el material se publique sino por su aparente "achicopalamiento". Digo, con dos décadas a cuestas de hacer proyección comunitaria y política, varios intentos de acceder a un puesto de elección popular (dos de ellos exitosos) y varias horas de vuelo en cargos públicos, al menos por ósmosis podría tener algo que decir... aunque sea contarme la leyenda del lagarto de oro... Pero no. No me siento capaz, así que mejor me abstengo.

Aprecio la sinceridad y me parece un buen punto que dice sobre la calidad de esa persona: loable, admirable, destacable. Pero, con todo tu currículum político, esa respuesta te deja sin piso, una suerte de ccompasiva precariedad política.

Otro caso, quizás el más grave, es el de la lista de designaciones y destituciones (sin contar los graves cuestionamientos) en el Gobierno Regional de Piura. Ya perdí la cuenta de cuánta gente es asignada a un cargo, y por circunstancias de diverso tipo, no dura más que días y tiene que regresar por donde entró. Obviamente, ésto revela poca pericia en la alta dirección para saber con cuánta gente se cuenta, cuán capaz es y cuán idónea es para ocupar qué puesto según los manuales de organización de funciones., además de si tiene un perfil psicológico mínimo (por lo menos entre los despedidos cuento a dos con problemas de manejo de ira), o si tiene antecedentes que pongan en duda su perfil ético (uno de los nombrados fue disculpado hasta en tres ocasiones por presunta negligencia en casos de muertes maternas).

Como resultado, lo que tenemos es una gestión que no puede avanzar por temas de continuidad y por temas de competencia, que se deshizo de cuadros profesionales que hasta la gestión anterior -mal que bien- consiguieron algunos logros. Como sucede en todo cambio de administración, no se ha partido de una base de resultados exitosos sino que se está empezando de cero o quizás más abajo.

No se entiende ésto porque muchas de las autoridades por elección popular y sus cuadros directivos han postulado repetidas veces durante los últimos diez años o trabajado en gestión pública casi por dos décadas, así que tendrían que atrapar la pelota al vuelo apenas les den el pase, pero no. Tal parece que solo se enfocaron a postular, postular y postular, descuidando desarrollar otras capacidades, o a atornillarse, atornillarse y atornillarse sin explorar más posibilidades de ascenso profesional... y allí tenemos los resultados de estos primeros treinta días.

Puede también que, conforme la profesionalización se ha extendido y ha mejorado, especialmente en el sector privado (que es el que termina moviendo los destinos nacionales y regionales), las incompetencias y negligencias en el sector público saltan a la vista de inmediato y con la velocidad que ahora imprimen las redes sociales.

Puede que el sector público local y regional no está poblándose en función de la meritocracia sino que sigue siendo una especie de papelera de reciclaje de quienes no tuvieron éxito en terrenos más competitivos.

Un departamento como Piura necesita un nivel mucho más elevado de sus tomadores de decisión, con un perfil visionario que les lleve a detectar oportunidades de éxito para el millón punto ochenta y cinco que estamos acá, y no solo para las decenas de funcionarios que terminan circulando por una puerta giratoria, o autoridades que llegaron sin tener una peregrina idea de qué van a hacer, o que tienen miedo de que se les plantee razonar más allá del simple "anuncio", "opino" o "quiero".

A ver si nuestra gestión pública se pone las pilas, decanta lo que tenga que decantar, se deja de andar haciendo experimentos de gestión y comienza a articular mejor su operatividad. Y, por cierto, dejando de echarle la culpa a terceros, incluyendo el gobierno nacional, por procesos y resultados que dependen únicamente del entorno local o regional.

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