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Jue, Abr

Los impensables aliados nacionales e internacionales del coronavirus

Nelson Peñaherrera
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Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Parece una escena de la II Guerra Mundial, pero una costumbre que varias familias han comenzado a adoptar es reunirse alrededor de la mesa y frente al televisor a la hora del almuerzo: la transmisión pone en vivo y en directo al presidente Martín Vizcarra para ver qué novedades hay en tiempos de cuarentena; pero afuera, un veinteañero, quizás treintañero, carbura ruidosamente su moto haciendo piques. Sí, es Sullana.

En sus orejas no está Vizcarra al aire sino “la música que está de moda” sometiéndolo a otro tipo de aislamiento que parece ser más peligroso que el propio Covid-19, el ideológico, ése que considera que el derecho a la vida esexclusivamente suyo, y la del resto pues que la parta un rayo; igual, todo el mundo tarde o temprano se va a morir de algo.

En Chorrillos, Lima, un programador radial cree que en tiempos de crisis ésta es su mejor respuesta, adormecer a la población juvenil, olvidándose que si está al aire es porque el gobierno le concedió estarlo, porque si bien el espectro radioeléctrico también le pertenece, su uso implica algo llamado responsabilidad social. Exacto, ésa que se estudia en algún diplomado o postgrado para abultar currículum, pero que a la hora de la hora, bah, ¿acaso le pagarán extra por tener un gramo de sensibilidad, de empatía, de proactividad?

Lo que ambos olvidan es que la libertad de expresión e información son libertades en tanto demandan responsabilidad, y la responsabilidad demanda poner límites… ¿Límites? ¡Oye! ¿Qué clase de palabra es ésa, tú columnista fascista? ¡A mí nadie me pone límites! Y ése, querido lector, querida lectora, es el problema peruano mientras una emergencia global nos amenaza. Y ésa es la parte que no terminamos de hacerla nuestra. “Se llama conciencia”, me dijo por chat un abogado amigo personal.

¿Lo peor de todo, y a la vez doloroso? Que esos jóvenes que se reúnen en congresos para decir que pondrán lo mejor de sí para cambiar el planeta, que ponen en el ‘abstract’ de su hoja de vida que son hábiles para trabajar en equipo y bajo presión, que son capaces de llegar a cualquier torneo como la mejor hinchada del mundo son quienes están actuando con una alevosía peor que la del criminal más temido. Su arma es su propio cuerpo, su aliento, su voz, sus manos, sus hábitos de higiene, su ausencia de reglas y límites. Se olvidan que si se nos pide inmovilizarnos es para inmovilizar al enemigo que podríamos tener dentro: un virus capaz de matar si no se le contiene o se le combate al primer síntoma.

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Las de cal y las de arena

El aislamiento preventivo obligatorio en Perú, incluyendo los casos confirmados y sospechosos, parece estar conteniendo el avance del nuevo coronavirus. En promedio, por cada 15 casos sospechosos que se tamizan solo 1 da positivo, aunque, claro, ello no descarta los que están por la calle sin hacerse la prueba o las pruebas aún por procesar. En Piura, hasta ahora y siempre que la imitadora de Ruth Karina no haya creado un problema mayor, por cada 8 casos tamizados, 1 está dando positivo.

Otro tema que los especialistas señalan es que si uno pregunta por el paciente cero en China, donde brotó la crisis, o Italia, el país europeo que resultó con más contagios y muertes hasta ahora, la respuesta es “lo ignoramos”; apenas se conoce que en el primer caso el punto de inicio fue Wuján, y en el segundo, la cosa se salió de control cerca de Milán (esteee… rima, ¿no?).

Ya sabemos que en el caso chino, el médico que dio el aviso inicial antes que acabara 2019 fue silenciado por el Partido Comunista, socialista de boca y capitalista de entraña, y a estas alturas ya no vive para contarlo. Cuando Pekín reconoció que tenía un problema sanitario, el último día del año pasado, los casos pasaban los 30 en una ciudad de 20 millones de habitantes, y se incrementaron casi logarítmicamente en cuestión de dos meses y medio, muertes incluídas, hasta alcanzar una aparente ‘meseta’, es decir sin nuevos contagios, recién esta semana que termina según datos corroborados por la Organización Mundial de la Salud.

En el lado italiano, a los casos detectados inicialmente se les dio de alta en pleno periodo de síntomas por un error burocrático, y cuando la cosa ya pintaba feo, la gente no siguió las recomendaciones de su gobierno. Por ahora, lo único seguro es que turistas chinos asintomáticos transportaron el virus a la Lombardía, al norte del país, donde se llegó a activar. Luego saltó a España, Alemania y Francia.

En Estados Unidos, tampoco se sabe quién inició el contagio; solo que comenzó en Los Ángeles, California, en la costa oeste de la federación. El presidente Donald Trump tampoco se tomó las cosas en serio, se burló de las noticias, dijo que era una campaña para derrumbar los mercados bursátiles y… a mediados de la segunda semana de marzo se vio obligado a sellar el territorio continental para evitar más contagios. Dicho sea de paso que su tono soberbio e ignorante cambió de la noche al día a uno más humilde y cauteloso.

Algo similar pasó con su pupilo en Brasil, Jair Bolsonaro, quien imitó y exageró todas las poses de su “maestro”, y ahora tiene al Covid-19 pisándole los callos en Brasilia, y con uno de sus funcionarios muy pero muy cercanos con diagnóstico positivo. Aunque, valgan verdades, el brote ‘verdeamarelo’ se ubicó en Sao Paulo.

En el caso peruano, tenemos identificado, ubicado y hasta tratado a nuestro paciente cero, un varón de 25 años que pudo haberlo contraído mientras anduvo de vacaciones por Europa, tanto así que hasta da entrevistas a los medios para probar que está vivito y respirando. Incluso el Ministerio de Salud informó que el joven ha logrado superar la enfermedad, y hay otro que también ha sido dado de alta: vamos dos recuperados. ¿Merecemos el Nóbel de Medicina? Se los diré cuando pasemos la parte fácil.

Por supuesto que también parece habernos funcionado el hecho que restringiésemos los terrapuertos, aeropuertos y los puertos, aunque la actitud de cierto personal de salud, tanto en el sector público como privado, deja mucho que desear, y este gremio parece ser el punto recontracrítico en el manejo nacional de la crisis… para variar.

¿Los del remedio son peor que la enfermedad?

En Lambayeque, ahora se sabe, médicos especialistas y enfermeras se han negado a tomar las muestras aduciendo que pueden contagiarse. En Sullana, cuando teníamos el primer caso sospechoso (que fue descartado, por si nadie se enteró), las enfermeras del policlínico de EsSalud se rehusaron a atender la carpa de aislamiento que se había instalado (lo que era un error garrafal de protocolo), y en su lugar exigieron que las técnicas de enfermería se encargasen de la paciente.

Otro tema que aún el gobierno peruano no sabe controlar en tiempo de crisis es la fuga de información. Una cosa es que a algunos periodistas se nos filtren datos, pero otra muy distinta es que las fuentes médicas oficiales se peleen por ver quién da la primicia importándoles un bledo la jerarquía; y eso pasa con los primeros casos confirmados en el departamento de Piura desde hace justo una semana.

El ‘modus operandi’ consiste en que un médico de medio o bajo rango le suelta el dato a un medio electrónico como confirmado (pero extraoficial), y ante el desconcierto sembrado (¿o afán de ‘figurettismo’ del subordinado?), al director regional de Salud no le queda otra que comparecer ante la prensa con su mejor cara de circunstancia, y admitir lo que ya teníamos deslizado.

¿Afán de mantener informada a la comunidad o un ‘serrucho’ sistemático al superior? Porque si algo hace bien el sistema regional de Salud es ponerse zancadillas unos a otros. El caso es que su reacción (y la de otros pares, como el de Lambayeque) antecedió por mucho, casi tres horas, al anuncio oficial de Lima que, se supone, debía concentrar la vocería precisamente para manejar mejor la forma cómo la población va a responder.

También fue dramático ver cómo varios y varias colegas a quienes respeto comenzaron a combatir en redes sociales por la veracidad o falsedad de los datos que ya circulaban, lo que aumentó más el desconcierto.

Encima, está floreciendo cierto negocio en Facebook: médicos, o supuestos médicos, están buscando ampliar la clientela absolviendo consultas por chat, cuando otros profesionales serios aconsejan no usar este sistema ya que carece de seguridad.

¿Cómo llegamos al aislamiento social obligatorio?

En Palacio de Gobierno, se respira mucha tensión ante los datos que aparecen. Se llegó a saber que la supuesta compra masiva de papel higiénico y alcohol en gel al inicio de la crisis no se debió a población en pánico sino a especuladores que ahora están vendiendo toda esa mercancía por los sitios web y aplicaciones en línea tomando ventaja de la ignorancia y el miedo de mucha población. Y eso que no hablamos de la baja comprensión lectora.

En ese sentido, el Ministerio del Interior ya tiene identificados al menos a dos cibernautas que están generando todas las noticias falsas en las que una población con un mal curado síndrome de estrés postraumático prefiere creer a piejuntillas, y el Ministerio de Transportes y Comunicaciones suspendió 72 líneas telefónicas que llamaban al 113 solo para fundir la pita.

Y es que pocos saben que los especialistas han llegado a establecer que por cada cien contagios, ochenta no desarrollan síntomas (pero sí pueden transmitir el virus), quince desarrollan síntomas leves y solo cinco podrían tener cuadros graves (especialmente personas con inmunodeficiencia, condiciones cardíacas o respiratorias, o que sean mayores de 60 años).

Las proporciones en Perú parecen ser similares, aunque con una particularidad: el grupo vector somos quienes estamos entre los 18 y 49 años de edad, que nos pasamos el aislamiento social voluntario como papel higiénico, y pudimos haberlo pescado en discotecas y gimnasios (no me gusta esto último, pero el dato científico es ése), y al regresar a casa, pusimos en riesgo a toda la familia. Y bueno, eso precipitó la cuarentena hace una semana y el toque de queda, dos días después.

Pero, la gente, igual, le llega altamente la restricción y se las ingenia para salir a las calles (como el fulano de la moto haciendo piques). “Ya me cansa estar metiendo tipos a la comisaría”, se quejaba un policía que me sigue en redes, a través del chat.

Si seguimos desobedeciendo, la cuarentena se extenderá más allá del 30 de marzo, así que adivinen de quiénes depende que recuperemos nuestras libertades ahora suspendidas: ¡exacto, de ti y de mí!

El recuento de los daños

Aunque el gobierno lanzó un sitio web oficial sobre el coronavirus, el video de Salvador del Solar resultó más didáctico. Por cierto, el sitio web oficial es www.gob.pe/coronavirus

Claro que lo patético ha sido cómo la tendencia política enturbió la manera en que la población trataba de comprender al Covid-19, y, para variar, las posiciones extremas de derecha e izquierda están haciendo un papel que da vergüenza. Ambas van de la negación a la minimización, de un lado diciendo que es un cuento para atacar a los empresarios, del otro diciendo que es un cuento para atacar el “poderío” chino (y por ahí el presidente de la Cámara Nacional de Turismo gritando a los cuatro vientos que es “una gripe simple”).

Viéndolo desde el centro, lo objetivo es que el descuido de China que no le hizo caso al médico que falleció advirtiendo su descubrimiento nos tiene en este trance global, algo que ha intentado corregir con sus medidas de contención y que parecen estar generando una remisión en las cifras: ya se comienzan a contar pacientes recuperados, aunque igual se debe tomar con pinzas por el asunto de la propaganda.

El otro tema patético en redes sociales fue ver cómo la gente trataba de minimizar al Covid-19 comparándolo con otras enfermedades que se hicieron domésticas, bajo el argumento de “cuál mata menos” o “cuál contagia menos”, como el caso del dengue que al día de la declaratoria de emergencia sumaba 22 decesos, o el Guillain-Barré, que, el mismo día, sumaba 31 casos confirmados en las provincias de Piura y Sullana. El asunto es que ambas condiciones no son pandémicas (aún).

En efecto, si hablamos de números, la Organización Mundial de la Salud ccuenta 160 mil casos confirmados de Covid-19 en todo el mundo; pero que la cifra no te asuste ya que, en proporción, somos 7,7 miles de millones de personas poblando el planeta. O sea el 0.003% (tres milésimas) de la población mundial tiene un diagnóstico positivo.

En Perú hasta ahora tenemos aproximadamente 1 caso positivo por cada 300 mil habitantes, algo así como todo el área metropolitana de Sullana con un 50% de yapa. Cifras interesantes si se quiere tener visión de conjunto, que le faltaba manejar a la ministra de Salud, y que le costó el puesto el último viernes.

El problema es que comenzamos a cometer el error de los países industrializados, que se supone leen más y mejor que tú o yo, y en lugar de seguir los consejos, nos los hemos pasado por… por ahí; entonces, en defensa de nuestra vida, el gobierno no ha tenido más opción que encerrarnos en nuestras casas con algunas excepciones. Si no nos entra a la buena (como siempre), ni modo, al fuetazo. Hasta que no sepamos usar el sentido común, el estado-papá, del que tanto nos quejamos, seguirá tratándonos como a hijo.

Mejoremos nuestra actitud, saquémosle partido al confinamiento (si quieren, chateamos para matar el tiempo), disfrutemos del silencio nocturno y cuidémonos. Juntos y juntas vamos a superar este trance. Ya lo verán.

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