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Sáb, Abr

El complejo de Adán en versión pandemia

Nelson Peñaherrera
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ERP. La noche del 22 de agosto de 2020, cuando la Policía Nacional intervino una discoteca en Los Olivos, Lima, donde detuvo a 23 personas (2 menores de edad entre ellos) y murieron 13 en un intento de no ir detenidos por violar la prohibición de convocar o asistir a reuniones sociales de cualquier tipo, también se intervenía una fiesta clandestina en José Leonardo Ortiz, Lambayeque, y otra en la Zona Industrial de la Ciudad de Tacna.

Por: Nelson Peñaherrera Castillo

Norte, centro y sur del Perú. Y esto es lo que la prensa pudo enterarse la mañana del domingo23, porque el lunes 24 y siguientes fueron apareciendo más datos y reportes ciudadanos sobre discotecas y sitios acondicionados como tales a lo largo, ancho y angosto del país (Lucho Isuzqui dixit) donde mayormente menores de edad se congregaban a hacer algo que no se puede hacer en estos días: encontrarse sin mascarilla ni distanciamiento social, y encima consumiendo alcohol (para comenzar) porque favorece la dispersión del coronavirus.

Los exámenes serológicos practicados a los 23 detenidos de Los Olivos dieron 15 infectados; de los 13 cuerpos, 11 tenían el virus. Según la Policía Nacional, en esa fiesta había 120 personas. Junto con un médico (si no me equivoco) de Tambogrande, Piura, nos pusimos a hacer aritmética de quinto grado de primaria: 72,2% de incidencia para el patógeno causante del Covid-19, es decir que 7 por cada 10 podría haber llegado con la infección al local.

Si la teoría médica dice que el coronavirus se esparce eficazmente y eficientemente en espacios cerrados y sin ventilación, y estas personas no llevaban barrera profiláctica, no solo estamos hablando de 120 infectados. Se sabe que al menos 30 policías participaron en la intervención y muchos de ellos dando mal ejemplo en el uso de la mascarilla (dejando la nariz descubierta). Nos da 150 infectados potenciales. Sumemos las familias… O sea, ¿qué otro tipo de evidencia necesitamos para entender que lo hecho por quienes fueron a la fiesta fue una estupidez de grandes proporciones?

Entendamos estupidez no como ausencia de seso, todo lo contrario. Actúa estúpidamente toda aquella persona quien, a sabiendas de que algo es incorrecto o inexacto, lo hace o dice asegurando que es correcto o exacto y trata de convencerte de su argumento por encima de toda lógica. OK, en algún momento, todos y todas hemos tenido nuestros momentos estúpidos, especialmente el suscrito.

Guerra avisada

Desmadejemos el hecho con sentido común. Si yo te digo que no comas la manzana porque puede darte indigestión, y te comes la manzana y te da indigestión, ¿de quién es la culpa?

Algunas personas han lanzado la teoría de que es culpable quien dejó la manzana. O sea, si sabes que me hace mal, ¿para qué me la dejas ahí? Lo que me recuerda a una estúpida canción que dice “si saben cómo me pongo, pa’ qué me invitan”. Menos mal que el tarado del compositor marca un estribillo que prueba su estupidez, “dónde venderán buen trago de mañanita”. Por eso sigo creyendo que la filosofía cumbia está destrozando este país. Sigamos.

Este razonamiento me recuerda también la Tesis Cipriani que sostenía que los abusos contra las mujeres se dan porque ellas se ponen prendas provocativas como si fuesen escaparates. O sea, disculpamos al infractor, condenamos a la víctima. Incluso hay varones de 30 a 40 que justifican tener romances o hasta relaciones sexuales con menores de edad porque “a los 16 años ya tienes conciencia de tu sexualidad” y “porque si ellos, digo ellas, provocan…”. O sea, ¿y tu adultez no pesa en la ecuación o qué?

Y así sucesivamente. Exploremos cualquier actividad humana en nuestro país: siempre hallaremos inconductas, y siempre hallaremos quién las justifique. Ojo que en el tema de Los Olivos, hay madres que siguen viendo bombas lacrimógenas donde todo un país no vio nada. Entiendo la etapa 1 y 2 del duelo, pero también es cierto que no pueden conmovernos con una mentira; que me disculpen la dureza.

Además, después de cómo violaron todas las normas posibles de bioseguridad durante los entierros de algunos muertos, perdonen, pero no tienen mucha autoridad para exigir justicia. Si hubiese un fiscal quisquilloso, bien podría buscar la manera en que estas imágenes le sirvan para sustentar que los infractores actuaron más por dolo que por culpa. Lo siento. No hay acto de contrición bajo ningún aspecto.

Regresemos al asunto de la manzana. Ya establecimos que no te la puedes comer porque te da indigestión. Una persona con una salud mental positiva (ya no vayamos al extremo de óptima), hará este simple razonamiento: “si me hace daño, entonces no la como”. Si este pensamiento pasa a la acción, lo que tenemos es cero problemas incluso si mi advertencia estuviera basada en una falacia. Si se abriese esta nueva posibilidad, ya es otro tema; pero, mientras no lo sea, el control de las consecuencias queda en tus manos.

Por supuesto que si dejo la manzana a tu alcance y a pesar de mi advertencia, mi conducta es negligente. Lo lógico sería que ni te la muestre o la guarde; pero la decisión última de comértela o dejarla es tuya. Sin embargo, ¿qué pasa si a pesar de que oculto la manzana, te das maña para buscarla obsesivamente, encontrarla y comértela? ¿La responsabilidad sigue siendo mía? Ojo, te dije que te haría daño, ¿o no te dije?

¿Premiamos al infractor?

Éste ha sido el escenario en Los Olivos, Chiclayo, Tacna o incluso Piura, donde también se están realizando fiestas clandestinas según informe de la Policía Nacional (ni tan clandestinas porque las historias han salido por aquí, en El Regional de Piura) y se resumen en el siguiente enunciado: a pesar de que están prohibidas las reuniones sociales, hay gente que asiste.

Por lo tanto, si violas la ley, ¿qué hacemos? O sea, ¿te rascamos la cabecita y te ponemos una estrellita en la frente? ¿Debe llegar el policía a decirte: “ay, papaceto lendo, no seas malito, ya anda a tu casita, porfa”? Si te dicen alto, es alto. Si te escapas de la ley, ¿qué pretendes? ¿Qué usemos hilos de seda para amarrarte a la pata de la cama? Cría cuervos y te sacarán los ojos, en todo caso.

Los defensores de los infractores están diciendo que la autoridad no tenía derecho a reprimirlos (eso se está investigando, para comenzar). Este enunciado sí funcionaría, y sería el primero en criticar a la autoridad, si nada estaba claro, si nadie sabía nada porque nadie lo dijo. El agravante aquí es que desde el 7 de marzo de 2020 lo del coronavirus es un tema de agenda nacional, con lo que todos los noticieros abren sus ediciones. Entonces, el “yo no sabía” se descarta sin mucho esfuerzo.

A continuación, los defensores de los infractores sostienen que es derecho de las personas reunirse porque nadie puede obligarnos a estar encerrados en casa (hasta han lanzado la tesis del gobierno dictador). En condiciones normales, sí; pero en estado de emergencia, con derechos constitucionales suspendidos, no se puede. Listo. Búscale el quinto pie al gato pero ésa es la ley, y no por un capricho político, sino por un simple criterio científico basado en la naturaleza de un virus: activarse o desactivarse.

Conversando con algunas personas en Twitter, me decían algo interesante: estas justificaciones solo se explican si las enfocas desde la anarquía, la ausencia de autoridad, donde cada uno hace lo que le pega su regalada gana y nadie puede condenarlo por eso. Entonces, bajo ese punto de vista, los policías muertos en la rebelión frustrada de Antauro Humala se murieron porque el Estado es represor, y nunca un antaurista aceptará que los mataron porque son una tira de antisociales quienes piensan que con violencia (y dejando sin ahorros al país) se accede a una solución.

Y la anomia (la ausencia de normas) es campo fértil para la anarquía porque como te llega altamente la gente, las reglas y los límites, siempre habrá quién te disculpe tus faltas, algo así como el o la alcahuete de la historia. Y entonces, pe’, varón, yo asalto pe’ porque no hay oportunidades, pe’. ¿Manyas? Entonces, se malentiende la rebeldía o la inconformidad y terminamos justificando crímenes y felonías.

Ausencia de equilibrio

Como dijo la colega Teo Zavala en su muro de Facebook, ésas son las consecuencias de decirle a todo el mundo que tiene derechos obviando decirle que cada derecho implica un deber y viceversa: equilibrio, que no significa dejar de hacer sino hacer con responsabilidad. Quitas la palabra responsabilidad a tus acciones Y toda tu vida es un eterno pedido de derechos, y al diablo el derecho de los y las demás; entonces, por teoría del equilibrio, no esperes que el resto te ponga alfombra roja cuando haces o justificas lo que está mal. Como dije, esto se explica con lógica.

Y en ese sentido también me parece irresponsable la actitud de ciertos medios capitalinos que han lanzado la tesis de que los contagios se han disparado porque la política de comunicación del gobierno es mala o ineficaz. A ver, a ver, a ver. Ya vamos más de medio año de pandemia en Perú, ¿y pretenden decir a su audiencia que somos una tira de ignorantes que actuamos negligentemente porque no sabemos cómo se dispersa el coronavirus?

¿En serio quieren convencernos de eso? ¿No sería más sincero decir que se sienten incómodos porque el gobierno ha dejado de contratarles publicidad? Y para eso no necesito una agencia de medios: basta escuchar o ver las tandas o las páginas y sacar conclusiones. Ya llevamos más de seis meses repitiendo lo de la mascarilla, lo del distanciamiento social, lo del lavado de manos, lo de no salir de tu casa a menos que sea esencial (ir a un tono no lo es). ¿qué parte no se entiende?

Lo que pasa es que nos encanta justificar nuestras inconductas culpando al resto, proyectando nuestra irresponsabilidad en otros porque somos lo suficientemente cobardes para no afrontar que el primer nivel de control de daños es nuestro. Y con esto no quiero decir que esa gente en Los Olivos se merecía salir herida o morir, para nada; lo que digo es que si actuamos mal, no pretendamos que la consecuencia sea positiva. Entonces, le terminamos echando la culpa hasta a la noche por ser oscura y al final nadie recibe un escarmiento. ¡Ése es el círculo vicioso que estamos construyendo!

Aquí les dejo otro dato: hay gente en el parque de la urbanización Santa Rosa de Sullana, Piura (falta determinar cuál parque), que se está reuniendo a jugar fulbito, tomar unas cervezas o jugar casino. ¿Acaso esa gente no sabe que todo eso no está permitido? Por supuesto que ahora que ya lo hago público, la Policía Nacional, el Serenazgo, deberían rondar y llevarse presos a los infractores. Eso sí, usen bien la mascarilla porque fijo que hay infectados entre ellos. También en la plataforma de la Urbanización Jardín, el Paseo Turicarami y hasta un local deportivo justo a su inicio en plena transversal Lima.

Quien quiera morirse y convencer al resto que eso es lo máximo, que se muera solito o solita; pero que no arrastre al resto en su obsesión por morir. Así de simple, así de directo. Eso es lo que hay al fondo: una depresión crónica que busca transferirse al resto como un estado mental normal cuando no lo es.
En consecuencia, cuidado con ciertos mensajes mesiánicos en los que los malos son los buenos y los buenos (bueno, los que fungen de buenos) son malos. No tenemos por qué aceptar que las sociopatías de unos sean la regla bajo la que el resto deba conducirse.

[Opina en mi cuenta de Twitter @nelsonsullana usando el hashtag #columnaNelson]

 

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