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Vie, Abr

Sacando plata a la vigorexia de Hércules y la abstinencia de Baco

Nelson Peñaherrera
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ERP. Seguimos en Chulucanas aunque por un ratito nomás. Conozcamos a un varón de 30 años a quien solo identificaremos como Beto. Tras seis años de no pisar un gimnasio, ha retomado su entrenamiento (a pesar que oficialmente los gimnasios no han sido autorizados a reabrir) y pide asesoría por el chat de Facebook debido a que su entrenador solo va dos veces por semana.

Por: Nelson Peñaherrera Castillo

Cuando se escuchan sus mensajes de voz se le oye gritar porque tras él, la música suena a todo volumen. Yo conozco el gimnasio. Está en un segundo piso y es mayormente cerrado a pesar que tiene ventanas a la calle. Obviamente la autoridad local no está ejerciendo su ídem considerando que el establecimiento está en el mismo centro de la ciudad, a solo unas manzanas de la municipalidad provincial.

Los médicos nos han instruído que cuando una persona respira, habla o canta, y está infectada con coronavirus, aunque no muestre síntomas, puede infectar a otras personas. Si grita y peor aún se agita al punto de necesitar mayor oxigenación (como al practicar cualquier tipo de entrenamiento físico), el virus viaja más lejos. Si éste se expulsa en un espacio cerrado donde nadie usa mascarillas, incluso si se desinfectaran los enseres, el bicho se queda flotando en el aire unas tres horas hasta que se desactiva.

Si Beto no se ha infectado hasta ahora, es de milagro. Si se infectó y no ha desarrollado síntomas, que no cante victoria; es padre de familia y vive aún con sus padres y hermanos en la misma casa. ¡De acuerdo! Tratemos de no ser tan (negligentemente) inflexibles y permitamos que Beto se ejercite en el gimnasio, me sigue haciendo ruido la música a todo volumen no solo por la elevada cantidad de decibeles sino por la reacción que provoca en quien tiene que hablar en medio y el riesgo que significa.

Como te conté la semana pasada por aquí, la cantidad de infectados y fallecidos por Covid-19 en el área de Chulucanas se había incrementado, y el jueves 3 de diciembre nos enteramos que ya no hay camas para recibir a los casos más complicados (mayormente gente del campo que no usa barrera o guarda distancia) y debe ser derivada a algún hospital de contingencia en la ciudad de Piura donde tampoco hay camas para los casos graves.

Claro que Beto tiene parte de la culpa lo mismo que los otros alumnos y las otras alumnas (algunas con comorbilidades que podrían disparar la infección), pero quizás la culpa primigenia se halle en el empresario, quien se ha pasado la ley por las axilas, el decreto supremo por las fosas nasales y la salud de su clientela por… bueno, por donde estás pensando, justo al medio.

¿Cuánto trecho hay del escrito al hecho?

Es cierto que el confinamiento provocado por la pandemia ha quebrado varios negocios. La mayoría de ellos se han reabierto progresivamente con limitaciones, y los que no se reabrirán jamás pues serán historia o les tocará reinventarse. Para alguien quien, como yo, cree fervientemente en el beneficio que los gimnasios representan, la reinvención era la alternativa y el gobierno dio salidas como las actividades individuales deportivas al aire libre manteniendo la distancia social, distancia física, sana distancia, el hecho de no estar apiñado en un espacio cerrado.

Por supuesto que los gimnasios tienen un protocolo negociándose con el Ministerio de Salud y en el papel contemplan precisamente el distanciamiento y la desinfección de todo el inmobiliario apenas alguien termine de usar una máquina o un accesorio, cosa que con virus o sin virus se debe hacer igual por mínima norma sanitaria. Digo, quien va a un gimnasio y no suda es como quien va a la iglesia y se pone a repasar Condorito para sentir más tristeza.

¿Por qué aún el Ministerio de Salud no les da pase? Porque en la práctica (que es lo que finalmente cuenta) el protocolo solo aplicaría con el menor riesgo posible (ojo, menor, no nulo) en los gimnasios instalados en espacios interiores amplios y naturalmente ventilados.

Fuera de los establecimientos de cadena, la mayoría de gimnasios (como éste de Chulucanas) no lo son porque inicialmente fueron construídos como casas-habitación, no como negocios deportivos. Volvemos al empresario quien tendría que asumir la responsabilidad sanitaria y penal si ocurriera un brote. ¿Lo haría?
Pero dejemos la capital de la provincia de Morropón y a los gimnasios en paz, que, desde mi punto de vista tienen alternativas para seguir adelante (además del entrenamiento online que está dando buen dinero a algunos instructores y personalidades deportivas) y vengamos de regreso a Sullana, donde algunos empresarios no hicieron exactamente lo mismo sino algo totalmente ilegal e insubsanable por donde lo miremos.

El pasado sábado 29 de noviembre, se inauguró una discoteca a una cuadra del óvalo Turicarami, y no es que la inauguración fuese solapa porque, según me contó un testigo, hasta hubo bronca en la calle. Y, bueno, adentro trago, baile, bulla, apiñamiento social, y hasta donde sabemos, cero bioseguridad salvo contraprueba.

El escándalo, aparte de ser una violación flagrante al estado de emergencia que se extendió hasta el último día de este año, es que la Policía Nacional, ni las botas, la municipalidad, ni pío a pesar que toda la ciudad y anexos lo sabían.

Si así es cómo nos fiscalizan nuestras autoridades, ¡que empiece el tono! ¿Total? Si hasta hubo (hubo porque parece que lo separaron) un funcionario quien eufemizó el evento diciendo que no era discoteca sino restaurante. Bueno, no tenía la pinta de restaurante. Por cierto, el señor alcalde, en la nebulosa del Cangrejo tres puertas al fondo.

Y el empresario sabía que estaba infringiendo la ley, que le faltó poco para pedirle de rodillas al periodista quien publicó el video en las redes sociales que borrara el contenido… Andrés, ¿dónde oímos eso anteriormente, recuerdas? Sigamos.

Por la plata baila el mongo

El cabildeo fue tal que hasta usó a otros colegas para pedir que eliminara la evidencia, y como el valiente reportero dijo N, O, nel, entonces comenzó el acoso por redes sociales que incluyó el extraño estado de un conocido presentador que nadie entendió pero que era negacionismo pandemial al más puro estilo Bolsonaro (6 millones de infectados y 200 mil muertes) o Trump (14 millones de infectados y 275 mil muertes).

Y estos dos ‘connotados’ referentes de la corriente que reducía todo a una gripecita o que está bajo control cuando resultó ser una infección letal si no se trata a tiempo y con una curva de contagios y muertes que está igualando al holocausto nazi (que parece inspirar a ambos mandatarios) son quienes mejor explican por qué el negacionismo.

En un sentido empresarial o capitalista radical: lo que importa es la plata, las fichas, no importa si terminan matando a su propia madre. Mientras la cuenta bancaria o la tarjeta acumulen ceros, ‘vamos’ bien.

Entonces si son incapaces de sentir una mínima consideración por su entorno cercano, peor lo van a sentir con el que no conocen pero que les da plata de la manera más temeraria y tonta posible. Las culpas son compartidas, repito. Y si encima tenemos autoridades para quienes el silencio busca vendernos ignorancia cuando lo que en realidad nos revela complicidad, tenemos el cóctel perfecto para un rebrote.

El domingo 29 de noviembre se informó, como siempre de manera extraoficial, que el hospital de campaña en el Estadio Municipal de Sullana ya no tenía una sola cama de cuidados intensivos disponible. Cero. Conjunto vacío. Nada. Nothing. Manan… ah, perdón, eso es “no” en quechua.

Bueno, aunque si la autoridad también arma su tono con chela y bulla y toda la nota, como pasó en el transcurso de esta semana con una funcionaria de una entidad dependiente del gobierno nacional, aquí en Sullana, ¿con qué cara nos exige al resto de la ciudadanía que cumplamos la ley?

Claro que estas inconductas que ameritan la denuncia penal respectiva y toda la sanción por la tarupidez cometida no son carta blanca para hacernos los desentendidos ni las desentendidas. Tomemos los errores del resto como lecciones para no cometer en nuestras vidas, por nuestras vidas y por las de las personas que amamos... bueno, si amamos a alguien.

Y, por favor, aunque queden como patanes, es mejor que digan que están violando la ley porque sus negocios han quebrado (lo que no justifica su acción) y no pueden invertir en una asesoría empresarial con enfoque de reinvención, a que usen a toda una corte de gente a decir que no está pasando lo que estamos viendo (gratis, no creo). Es mejor que nos miren la cara de asados, pero nunca se atrevan a mirarnos la cara de tontos porque no la tenemos.

[Opina en mi cuenta de Twitter @nelsonsullana usando el hashtag #columnaNelson]

Diario El Regional de Piura
 

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