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Mié, Abr

Reflejos de la Batalla de Ayacucho en Piura

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP/Miguel Arturo Seminario Ojeda. Si la batalla de Ayacucho se protagonizase recién en nuestro tiempo, de inmediato sus resultados hubiesen llegado no solo a Piura, sino a todo el planeta, hoy los medios de comunicación nos integran avasalladoramente, y nos enteramos de todo lo que ocurre, a escasos segundos de los sucesos. Después de la batalla de Junín, Simón Bolívar persiguió a los enemigos hasta el río Apurímac, y en octubre de 1824 regresó a la costa, no sin antes instruir a Sucre sobre la finalización de la campaña libertadora, recomendándole no dar batalla final, hasta no estar seguro de la victoria. La batalla de Ayacucho enfrentó a patriotas y realistas el 9 de diciembre de 1824, sobre sus resultados, los piuranos se enteraron casi 15 días después, como lo veremos a continuación.

Para recrear el momento histórico de los sucesos de Pampa Quinua, específicamente lo relacionado con Piura, consulté el copioso archivo del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú, el Archivo General de la Nación, y la Dirección de Investigaciones Bibliográficas y Fondos Especiales de la Biblioteca Nacional, sólo así tuve claro el panorama de lo vivido en Piura en 1824, el año mismo de los sucesos de Ayacucho, cuya novedad recién llegó a Piura antes de navidad, transmitida desde Trujillo por Ramírez de Arellano. Los resultados de Junín, en su momento llegaron a Piura el 17 de agosto de 1824, haciéndose la gran celebración, el 21 de ese mes.

El cabildo de Piura de inmediato programó la celebración, era la capitulación de Ayacucho, el ejército peruano y los ejércitos de América derrotaron a los realistas, y luego, se firmó el documento que sellaba la independencia del Perú y América. De igual manera, como ocurrió tras los sucesos de Junín, 4 meses antes, el clero dispuso la celebración del Te Deum, y misas de acción de gracias que se rezaron y cantaron en todas las iglesias parroquiales del interior piurano. El júbilo expresado por los ciudadanos se refleja hasta en las cartas de particulares, que hemos consultado en la correspondencia del obispo de Trujillo, don Tomás Diéguez de la Florencia.

El entusiasmo de los piuranos por consolidar de una vez el final del proceso de emancipación, se nota inclusive, en la colaboración del clero piurano, que entregó la plata de las iglesias para socorrer al ejército, y terminar lo más pronto posible, una guerra que estaba afectando a la economía de los piuranos, y de los peruanos en general. Consta la colaboración de la iglesia matriz de Piura, específicamente de la cofradía de la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores. De igual modo, se registran las colaboraciones de las iglesias de Amotape, La Punta, Huancabamba, Catacaos, Paita y Colán; así como de las de Yapatera, Morropón y Huarmaca.

La contribución, no pocas veces voluntaria de las iglesias de la ciudad de Piura, nos permite verificar la entrega de piezas de plata de las capillas de Santa Lucía y capilla de la cárcel, de las iglesias de San Sebastián, El Carmen, iglesia del convento de San Francisco y convento de La Merced, como lo declaró en 1846 el cura José de los Santos Vargas Machuca, al solicitar al supremo gobierno, la reedificación de las iglesias de Sechura, Colán y Paita, las que de acuerdo al cura, también socorrieron al Estado en 1824, frente a los apuros por la independencia.

Así como lo hicieron las iglesias, los civiles y los curas no fueron exceptuados de la contribución, ni los pueblos más alejados de la ciudad de Piura vivieron de lejos los acontecimientos, documentalmente podemos verificar la colaboración de los pueblos de Congoña, Querecotillo, Chalaco, Salitral, Frías, Cumbicus, Pacaipampa, Suyo, La Huaca, Malacasí, Suipirá, y otros, es decir, es como si colectivamente se hubiese internalizado la necesidad de terminar con un problema que afectaba a todos los hogares peruanos, bajo presión en algunos casos, y voluntariamente en otros, los piuranos contribuyeron al sostenimiento del ejército que se enfrentó a los realistas el 9 de diciembre de 1824. Estamos ahora, en condiciones de responder colectivamente, si las circunstancias nos convocan a una colaboración con el Estado, demos una respuesta personal, sin mentirnos a nosotros mismos.

En 1824, era gobernador intendente de Piura don José Ignacio Checa, y gobernadores en Sullana, Tambogrande, Frías, Morropón, Yapatera, y Ayabaca, Rafael Barreto, Julián Varillas, Sebastián Patiño, Manuel Romero, Matías Echevarría y Romualdo Correa, respectivamente. Los sucesos nacionales previos a Ayacucho repercutían en Piura, ciudad por la que pasaban importantes pliegos destinados a Simón Bolívar, remitidos desde Ecuador, ese año, que fue bisiesto, llegaron a Piura algunos colombianos, entre ellos Pío Díaz, quien posteriormente se casaría con Luisa Seminario del Castillo.

En la campaña para finalizar la guerra de la independencia, incluso se consideró la confección de camisas para el ejército, así como de zapatos y corbatines, siguiendo un modelo único enviado desde Lima; de la confección de los gorros, chaquetas y pantalones se encargó el maestro mayor de sastres, don Pedro Pablo Paz, y del calzado, Cornelio Alvarado, maestro mayor del gremio de zapateros. Desde Piura se contribuyó también con la fabricación de lanzas, frenos y estribos, en el taller del herrero y armero José Gabriel García.

No fueron pocos los hijos de Piura que pelearon en Ayacucho, entre ellos podemos contar, al lado de los de alta graduación, ya muy conocidos, a José Ignacio Alvarado, Pedro Alvarado Siáncas, Bartolomé Atocha, Manuel Correa, José María de la Cruz, Gregorio de la Paz Córdova, Tomás Farfán Farfán, Tomás Farfán Manzanares, Gerónimo Garrido del Castillo, Agustín Guarnizo Villano, Manuel Godos Niño, Juan Aguilar, Tadeo Herrera Ruiz, Manuel Jibaja, Bernardo Mogollón, Ramón Olivos Dioses, Juan Palacios, José Antonio Peña Flores, Juan Ramírez Crisanto, Juan Ruiz Villarreal, y José María Saldarriaga Huaca, cuyos restos, en no pocos casos, reposan en el cementerio Presbítero Maestro de Lima, esperando que los gobiernos locales o el gobierno regional los traslade hasta la tierra que los vio nacer.

Miguel Arturo Seminario Ojeda/Presidente honorario de la Asociación Cultural Tallán.

 

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