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Sáb, Abr

Juana Azurduy, la patriota altoperuana de la independencia

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. (Por Miguel Arturo Seminario Ojeda) La participación de la mujer en la gesta de la independencia americana era un caso poco tratado en los textos de historia de la primaria y secundaria en nuestro país, a más de las figuras emblemáticas, al salir de la secundaria nos grabábamos solamente los nombres de Micaela Bastidas y de Rosa Merino, sin embargo hubo muchas más.

No conocíamos los nombres de muchas mujeres protagonistas de la independencia, y sobre todo, ignorábamos a las de origen andino. Lo mismo debe ocurrir en otros países sudamericanos, donde la memoria colectiva también registra algunos de los nombres más destacados, como es el caso de la alto-peruana, Juana Azurduy.

En Argentina escuché la canción en 1974, cuando jóvenes y adultos la entonaban, dándome la idea de que era un personaje popular, la letra comenzaba mencionando “Juana Azurduy, flor del Alto Perú, no hay otro capitán, más valiente que tú”. Vinieron a continuación las preguntas, enterándome que esta alto-peruana, fue una de las protagonistas de la independencia del virreinato del Río de la Plata, cuando el fervor por la patria generó esa madurez de la idea de independencia.

Así, poco a poco, conocer sobre Juana Azurduy nos lleva a enterarnos que hubo muchas mujeres patriotas como ella, heroína nacida en la actual Bolivia en 1780, año de la gran rebelión de Túpac Amaru, por entonces, ya el Alto Perú era parte de la comprensión del Río de la Plata desde 1786.

Juana AzurduyÓleo de Juana Azurduy en el Museo Histórico Nacional de Argentina

La onda de reconocimiento a la mujer, de tomar en cuenta su participación en todos los campos de la vida cotidiana, asociando su comportamiento a las líneas de la historia, es un hecho validado y puesto en práctica la segunda mitad del siglo XX, por eso hoy se sabe, que mujeres como Juana Azurduy, a quien Mercedes Sosa le cantó emocionadamente, contribuyeron a la libertad de América.

En el Perú a comienzos del siglo se ha hecho un reconocimiento a la participación de la mujer en la gesta de la independencia, a través de dos placas develadas en el Panteón Nacional de los Próceres, una con los nombres de las tupacamaistas que protagonizaron la “Caravana de la muerte”, destierro a que las condenó la represión hispana, a través de autoridades que no podían visualizar, que la independencia ocurría más temprano de lo que ellos imaginaban; y otra de reconocimiento a las patricias de la independencia.

Juana Azurduy de Padilla, nació en Toroca, Potosí, el 12 de julio de 1780, perteneció a una familia de buena posición económica en la Audiencia de Charcas, y eso no limitó sus ideas libertarias, con respecto a su patria y a los países vecinos, pues se identificó a plenitud con la emancipación de Bolivia, y de toda la jurisdicción virreinal, quedando para siempre en la memoria de los bolivianos y de los argentinos. Fue hija de Matías Azurduy y de Eulalia Bermúdez.

Juana quedó huérfana repentinamente, alternando con sus tíos, y también en un convento. Casó con Manuel Ascensio Padilla, y procrearon 5 hijos, a quienes inculcaron el amor por la patria. No pasó mucho tiempo, para que junto con su esposo, pensaran en formar un ejército para luchar por la independencia.

Tuvo contacto con Juan Huallparimachi, con quien participaría en varias acciones militares, y tras enviudar entró en contacto con el gaucho Martín Miguel de Güemes. Se sabe que posteriormente pasó penurias económicas y que murió en la pobreza. Su nombre siempre fue evocado, y se mantuvo flotando en la memoria colectiva, hasta que al fin fue oficializado, casi cien años después de su muerte.

Ese reconocimiento póstumo la ha llevado a tener los títulos de Mariscal el Ejército de Bolivia, y Generala del Ejército Argentino. Su memoria se ha popularizado aún más, desde cuando se imprimieron billetes con su figura y su nombre en Bolivia y Argentina, y en el país de su nacimiento se dio su nombre a una provincia, y se han hecho grabaciones de películas sobre su vida.

Juana Azurduy también se comunicaba en quechua, lengua heredada por el lado materno, eso le permitió acercarse a muchos de sus compatriotas, que compartiendo ideales libertarios, se comunicaban en la lengua de los incas. Cuando entró al convento, por desacuerdo con sus tíos tutores que la tuvieron a cargo tras la muerte de sus padres, lo hizo pensando en la posterior oportunidad de apoyar a los demás. Fue expulsada del convento de Chuquisaca, por enfrentarse a la superiora.

Fuera del convento, porque amaba la vida en libertad, volvió a la casa de su padre, apoyando a uno de sus tíos que vivía ahí, teniendo la oportunidad de vivir en libertad, como era parte de su personalidad. En esa ocasión entro en amores con Manuel Ascencio Padilla y contrajeron matrimonio en 1805.

A su conocimiento llegó el episodio del sacrificio a Dámaso Catari, protagonista de una rebelión que por varios meses mantuvo en vilo a los españoles. Durante su vida matrimonial experimento la postergación que sufriera su esposo al postular a un cargo administrativo, que no logró por ser criollo. Todo esto fue motivo de reflexiones familiares que fueron forjando el espíritu de esta mujer de ideales patrios. De las lecturas familiares no escaparon los libros de Rousseau, el conocimiento de la revolución francesa, y todo lo concerniente al enciclopedismo. Todo esto permite entender la participación que tuvo con su esposo en la revolución de Chuquisaca en mayo de 1809, exactamente, un año antes de la Revolución de Mayo de 1810.

Todo esto generó represalias de parte de las autoridades hispanas en Bolivia, al punto que se confiscaron las propiedades de la familia Padilla, después de la derrota de juan José Castelli, patriota de Buenos Aires, en la batalla de Huaqui. Juana Azurduy fue arrestada junto a sus 4 hijos sufriendo confinamiento, con la intención de amedrentar a su esposo, porque los realistas sabían del espíritu patrio de toda la familia.

Juana Azurduy derrotó a sus guardias, asesinando a varios de ellos, fugando con su esposo. Pese a que su esposo trató de impedirlo, Juana Azurduy dejó a sus hijos al cuidado de unos indios, y se incorporó al ejército patriota, porque vivamente deseaba participar en los encuentros bélicos contra los españoles.

Después vino un tiempo de vida familiar reposada, situación que terminó, cuando Manuel Belgrano fue derrotado por los realistas, y Juana con su familia tuvo que escapar. Después vinieron las represalias del brigadier español Joaquín de la Pezuela, quien en conocimiento de las acciones de los padilla, ordenó se les aniquile. El esposo de Juana Azurduy fue derrotado por los realistas en Pomabamba, refugiándose en una zona pantanosa en la que por las inclemencias su ejército se fue diezmando.

Por otro lado, dos hijos fallecieron con la malaria, mientras dos de las niñas estaban como rehenes de los realistas. Nada de esto mermó el espíritu y valentía de Juana Azurduy y de su esposo, quienes con no poco esfuerzo rescataron a sus hijas, que fallecieron también al poco tiempo, víctimas de la misma enfermedad que los primeros.

La muerte de sus hijos marcaría para siempre su vida en esa lucha por la independencia de su patria, y ya no tuvo más compasión con los realistas que oprimían a su país. En ese tiempo nació su quinto hijo, una niña a quien el padre conoció escasamente, por tener que enfrentarse a los realistas. Ella fue traicionada por varios de los suyos, que intentaron asesinarla, sin embargo salió airosa en este episodio de su vida, dando muerte a uno de ellos, y escapando de los otros, se reunió con su esposo.

Juana Azurduy participó en la revolución de Chuquisaca de 1809, y en la de Cochabamba de 1810. Su vida ha sido retratada en libros, elevada a una especie de leyenda popular, en reconocimiento a su vida heroica, cuyos detalles la mantienen y mantendrán para siempre en la memoria de los americanos.

La heroína vivió un tiempo en Chuquisaca, en compañía de su hija Luisa, que tenía once años de edad. En su época no fue reconocida como lo merecía, sin embargo, el general Simón Bolívar la visitó cuando estuvo en Bolivia, otorgándole una pensión de 60 pesos, que el general Sucre aumentó a 100.

Juana Azurduy falleció en la ciudad boliviana de Sucre, el 25 de mayo de 1862, y sigue viviendo en el corazón de los americanos, especialmente de los bolivianos y argentinos.

Diario El Regional de Piura
 

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