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Mar, Abr

Sullana: las dunas y los médanos que ya no están

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. Las afueras de Sullana, sobre todo en la parte que da hacia la actual avenida Marcelino Champagnat, en los años 60 del siglo pasado, era un extenso medanal, una extensión cubierta de esos montículos que parecían emerger de las arenas candentes, y que en contornos artísticos invitaban a los pintores a retratarlos para quedarse a perpetuidad.

Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Presidente Honorario de la Asociación Cultural Tallán

Esa impresión me daban cada mañana, desde que llegamos a vivir a la urbanización Santa Rosa, en 1960, mientras el camión que transportaba los enseres familiares, culebreaba el camino para ubicarse frente al terreno que mis padres habían comprado en 1955, y que estaba a medio construir con paredes de quincha, barro, yeso, y pintura.

Y así fue, mi visión sobre el desierto se perdía en la inmensidad de una llanura que nos hacía sentir la cercanía a la tierra, a medida que nuestra visión se confundía con la de las lagartijas y capones verdaderos reyes del desierto, los veíamos correteando permanentemente, y asomándose desde sus cuevitas, cuando tenían que salir por alimentos, y para consumir el agua, que ignoro donde la encontraban, y que con toda seguridad su instinto de sobrevivencia los había llevado a ubicar, y acudir a ella, así como a refugiarse en la tierra que era más fresca, mientras más profunda era la cueva.

Los médanos estaban cubiertos superficialmente, por verdaderas cabelleras ensortijadas, superpuestas unas tras de otras y a prudente distancia, eran las plantas rastreras de “mano de ratón”, que superando sequías espantosas, sobrevivían increíblemente, y cuando osábamos arrancarlas, sus raíces resecas nos quitaban toda la explicación de cómo sobrevivían en la sequedad.

El crepúsculo se proyectaba sobre dunas y médanos, convirtiendo al desierto en una alfombra anaranjada.El crepúsculo se proyectaba sobre dunas y médanos, convirtiendo al desierto en una alfombra anaranjada.

Hoy es imposible tener esa visión de los años 60, la avenida Champagnat, y la avenida José de Lama, en todos sus contornos son junglas de cemento, quedan pocos de los árboles sobrevivientes de la tala por el carbón para el ferrocarril, algunos salvados por los vecinos que hicieron frente a esos arboricidios inmisericordes, de quienes ahogan sus apetitos atropellando a la naturaleza.

El desierto con sus dunas y médanos fue nuestro aliado para muchos juegos, era increíble, pero los niños se acomodan a lo que la naturaleza les da , y en medio de las sombras casi fantasmales que proyectaban las dunas más grandes, nada daba temor, mientras las luces arreboladas del sol pintaban de anaranjado los médanos interminables en los caminos hacia Piura, hacia Sojo, y hacia Tambogrande.

Diario El Regional de Piura
 

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