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Mié, Abr

Hildebrando Castro Pozo y la defensa de Piura y del Perú

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. Piura le ha dado al país figuras de nombradía nacional, y también de reconocimiento universal. Hildebrando Castro Pozo es uno de esos piuranos que más allá de resultar significativo para sus paisanos, es una de las luces que brilló en Piura, y fuera de los contornos del espacio de su nacimiento.

Por Miguel Arturo Seminario Ojeda

Director del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones

Hildebrando Castro Pozo nació en Ayabaca, sierra piurana, el 9 de septiembre de 1890, y falleció en Lima, un día como hoy 1 de septiembre de 1945, después de una defensa ardorosa por un proyecto que iba a beneficiar a muchos piuranos y peruanos sin tierra, por los que venía luchando desde hacía años. Posteriormente, cuando la derivación de las aguas del río Quiroz hacia el Chipillico fue una realidad, también se beneficiaron muchos que no tenían que haber recibido tierras, y sobre todo en los mejores lugares, como se quejaban amargamente muchos colonizadores, con los cuales empecé a conversar en los años 70.

Castro Pozo fue sociólogo, abogado, maestro, y político peruano, que no dejó de lado el campo literario, paralelamente al de sus escritos sobre las comunidades indígenas, tema de su dominio, y con el que participó en varios congresos científicos sociales nacionales y en el exterior, como el de Patzcuaro, en México..
Fue hijo de un gran propietario de tierras, Santiago Castro Niño, y de Flora Pozo. Realizó sus primeros estudios en el Instituto de Piura, y antes de concluir la secundaria viajó a Panamá, donde residió hasta 1909. De vuelta al Perú, estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Fue docente en el Instituto Lima, y en el Colegio Nacional San José de Jauja. Pasó luego al Ministerio de Fomento, donde se desempeñó como jefe de la sección de Asuntos Indígenas, entre 1920 y 1923, cuando gobernaba en el Perú don Augusto B. Leguía. Esta década fue una década muy productiva, entre los hombres y mujeres que pensaban y repensaban en el Perú y sus problemas.

Como jefe de la sección de Asuntos Indígenas promovió la organización de los Congresos Indígenas Tahuantinsuyo, que reflejaban su gran postura indigenista, y la inspiración que le motivó la realidad para su desarrollo como intelectual, reuniendo información sobre los problemas de la tierra y del indígena en su patria, cargados de su experiencia personal en todo el país.

La proyección de luchador comenzó desde que era estudiante, siendo muy activo en los grupos universitarios asociados a la lucha por la jornada de 8 horas de trabajo, y por la reforma universitaria de 1919. Asimismo se opuso a la reelección del presidente Leguía, siendo deportado, y a su retorno al Perú, tras graduarse de abogado fue a residir a Piura, donde trabajó en el Colegio San Miguel, hasta 1931, cuando fue elegido diputado por el Partido Socialista de Luciano Castillo Colonna, para la Asamblea Constituyente de ese año.

Posteriormente trabajó como docente del Colegio Guadalupe entre 1940 y 1944, y entre 1942 y 1944 como asesor técnico de la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio de Justicia y Trabajo.

Son obras suyas, Celajes de sierra (1923), Renuevo de peruanidad (1934), Nuestra comunidad indígena (1924 y 1979), Del ayllu al cooperativismo socialista (1936), El yanaconaje en las haciendas de Piura (póstuma, 1947), y a fines del siglo XX se publicó otra de sus obras inéditas con una trama sobre Piura: Sol, algarrobos y amor.

Murió el 1 de setiembre de 1945, clamando por más agua para Piura, a partir de proyectos de inversión en el agro, con canalización, represamiento de aguas, y distribución de tierras, entre quienes carecías de ellas.

Diario El Regional de Piura
 

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