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Mar, Abr

Organizando una fiesta

Nelson Peñaherrera
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nelson penaherrera castilloERP/N.Peñaherrera. Robin, uno de mis compañeros de promoción de colegio, que además fungió como productor audiovisual en el canal de cable de Sullana, tocó la fibra más básica de mis compañeros para animarles a tener una fiesta como Dios manda... o por lo menos, a la medida del presupuesto: la envidia.

Vio fotos de cómo otra promoción había celebrado con ciertas 'gracias', como una decoración ad-hoc y hasta un castillo de fuegos artificiales.

La reacción fue inmediata. Mis compañeros comenzaron a arengar que se realice la reunión, hasta que algunos –incluyendo Robin- hicimos hincapié en planificar antes para que todo salga bien, pues no solo de emoción vive el hombre (aunque algunos candidazos piensen que sí).

En lo personal, jamás olvidaré 1991, porque una tarde de enero, mamá me despertó para decirme: "Ya comenzó la Guerra".

La naciente Doble 9 Punto 3 estaba interfiriendo las señales de televisión peruana, así que si movías tu antena, captabas televisión ecuatoriana.

La cadena Teleamazonas se había enganchado de ECO, el desaparecido canal de noticias de Televisa, que, a su vez, se había enganchado de CNN.

Si no recuerdo mal, eran las 5:30 de la tarde del 17 de enero de 1991, y los aliados iniciaban el primer bombardeo sobre Bagdad, Iraq, además de la I Guerra del Golfo.

Aunque ahora soy enemigo de las guerras, fue una en vivo la que definió mi profesión.

Meses después, el 27 de diciembre, me despedía de mis compañeros de promoción en la última fiesta que tuvimos como tales. (Un año después, entraba a Doble 9.)

Ahora, 23 años después, buscamos estrategias para un reencuentro: horas de planificación para un solo momento en la vida.

Algo que no me atreví a comentar en el foro que abrieron, pero que uno de nuestros profesores lo dijo de forma festiva es que tenemos capacidad para reunirnos con tal de celebrar, pero ¿qué capacidad tenemos de reunirnos para hacer programas sustentables dentro de la comunidad?

Suena aguafiestas, pero es cierto.

Si las habilidades que la gente usa para organizar una fiesta se usaran para resolver problemas urgentes en donde vivimos, probablemente reduciríamos brechas, dependencia de ayudas gubernamentales, y quizás ir demostrando que, muchas veces, no tienes que tocarle la puerta a la autoridad para cambiar un tornillo.

Claro que, cuando algunos de mis compañeros lean este comentario, no me verán con simpatía. Ni modo.

El mismo esfuerzo ubicado de manera más útil puede hacer realidad ese mundo azul, alegre y justo que tanto soñamos.

Si lo conseguimos, sí se justificaría hacer una gran fiesta. ¿O no?

(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)

 

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