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Sáb, Abr

La realidad política del país y los asesinatos realizados en el sur peruano

Editorial
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ERP. La derecha peruana agrupada en Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular, y otra representación con presencia en el Congreso de la República, nunca admitieron que el ganador de la justa electoral del 2021, fue José Pedro Castillo Terrones; y, leales a su posición, se unieron con la finalidad de destruirlo, políticos de derecha, luego congresistas y entre ellos, medios de comunicación que se encuentran concentrados.

De acuerdo al Ministerio de Salud y medios de comunicación independiente, se han dado cuenta de los asesinatos ocurridos en las protestas, a aquellos fallecidos por esta acción salvaje les llaman terroristas, violentistas y renegados, cuando en realidad son peruanos, peruanas, que reclamaron y siguen haciéndolo para que esta democracia que debe agrupar a todos, se respete, lo que no sucede y se puede deducir, no sucederá en el corto y mediano plazo.

Dina Boluarte, un personaje poco destacada se ha convertido en presidenta de la República, tras arreglos en bambalinas, era la apestada de ayer, hoy sus ex acusadores la defienden a ultranza; y razones existen, se ha alineado con el grupo golpista del Congreso, ha conformado un gabinete a medida de ellos, no le importan las acciones violentas que autorizan y tampoco que tengan o no antecedentes; ella está demostrando que es servicial a quienes la empoderaron.

Es probable que la justicia para los fallecidos no se obtenga en el país, porque no existe confianza ni en el Ministerio Público, como tampoco en el Poder Judicial y menos en el Tribunal Constitucional. Es posible que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y Corte Interamericana de Derechos humanos conozca de la violación de derechos humanos y obligue al Estado a adoptar los correctivos del caso.

Pedro Castillo pudo ser héroe si enfrentaba la vacancia políticamente y sobre todo jurídicamente. Pero no. Prefirió el atajo del intento de golpe de Estado y cavó su propia tumba política, para muchos candidez e ignorancia, para otros empujado por la realidad; lo cierto que desconoció que ese tipo de salidas no forman parte de la aceptación nacional e internacional. Desconoció que en una cárcel peruana purga condena el último dictador.

Solo él tendrá la versión completa de quien lo engañó para acabar con esta formalidad de democracia, pero que, en contrario a regímenes autoritarios, es mucho mejor que otros sistemas. Con la verdad y la realidad, tenía todas las posibilidades de salir airoso, porque muchos se han dado cuenta, que no era contra Pedro Castillo, sino con lo que representaba el expresidente.

Pedro Castillo ha sido víctima de una clase que no admite advenedizos, salvo si se alinean disciplinadamente con ellos. Pueden ser de cualquier exacción, pero no de actuar diferente como lo señala la casta. Todo riesgo de salirse del carril lleva al despeñadero. El ejemplo de García estatizando la banca, el de Ollanta pretendiendo imponer impuestos a la actividad minera.

Perú es una democracia endeble, frágil, precaria. Todos los ciudadanos votan, pero su derecho se extingue con el acto formal del votar, después de eso nada. En el presente Congreso, este que tenía como único fin vacar a Castillo, se ha otorgado facultades constituyentes y ha realizado modificaciones constitucionales con el propósito de evitar que el Ejecutivo impulse propuestas de cambio o que la misma ciudadanía pretenda lograrlas.

El Perú es una democracia incipiente de avances y retrocesos, con una clase política irresponsable que prefiere no la construcción de un país sólido, sino servicial a sus intereses particulares. Existe una necesidad de paz real, de respeto a las instituciones y a la democracia y esos conceptos son válidos para la sociedad en conjunto. Observamos, que tras los asesinatos perpetrados parte del Perú los mira con indiferencia; les han hecho creer que son terroristas, cuando no lo son y el Perú formal, se compunge con voz meliflua, obviando la realidad de los hechos y expresando un gesto hipócrita.

Finalmente, Dina Boluarte, no es la presidenta que eligieron los peruanos y peruanas, es la representante de una coalición derechista, que intentó enviarla al ostracismo por una presunta infracción constitucional, que la salvó para empoderarla y ella paga con creces tal distinción, que jamás lo hubiera logrado por si misma. Aunque tarde para las elecciones, ojalá que se aprenda de la lección presentada y se logra identificar quien o quienes son los verdaderos responsables de tener un país fragmentado, dividido, estereotipado y con una casta que solo el voto puede desplazarla.

Diario El Regional de Piura

 

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