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Vie, Abr

A Moisés le sobran las ganas, la justicia y la fe

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ERP. Cuando Moisés Vivenes Gómez (29) camina por la ciudad de Piura vendiendo su tisana, mira a una urbe que en unos cinco o seis años va a crecer en todos los sentidos y va a ser un buen lugar para generar prosperidad. Apenas llegó la tercera semana de agosto, y la proyecta con mucho optimismo, aunque en realidad él mismo se proyecta en su nuevo hogar temporal repitiéndose que mañana será mejor que hoy, y que hoy será mejor que ayer.

"Todo está en tu mente", repite. "Si tú quieres progresar, tienes que visualizarlo".

Moisés parece tener mucha fe en sí mismo y en Dios, una fe que lo hizo dejar Puerto Cabello, una de las ciudades más importantes del estado venezolano de Carabobo, donde también dejó a su familia para enfrentar la crisis, conseguir un mejor empleo, reunir dinero, arreglar sus papeles en Perú y ayudar a los suyos a la distancia.

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Por ahora logró enfrentar la crisis y anda en busca de empleo; pero, como no tiene papeles, muchos de los lugares donde ha dejado su hoja de vida aún no le dan una respuesta afirmativa aunque tampoco le han dicho que todo está perdido.

"Yo tengo mi pasaporte y mi cédula, pero me falta el Permiso Temporal de Permanencia" (PTP), cuenta. Así que su medio de subsistencia es extraer el jugo de sandía (que en Venezuela llaman patilla), ponerle diversas frutas en cubitos, entre ellas el plátano de seda (que en Venezuela llaman cambur), manzana o la que haya de estación, azúcar y listo. A la calle a refrescar las gargantas de piuranos y piuranas.

"La gente me trata con mucho cariño y amabilidad", sonríe. "Solo una vez una señora me dijo que me regresara a mi país, pero a donde voy la gente me apoya, e incluso me regalan fruta".

La ruta de Moisés comienza en el Mercado Modelo de Piura, pero ocasionalmente se recorre la avenida Grau o donde detecte potenciales clientes con cara de tener sed.

"La tisana, además de ser refrescante, es nutritiva", explica, recordando que las frutas crudas y sus extractos son ricos en vitaminas y minerales.

Para el carabobeño (aunque en realidad nació en Caracas), la atención al público es algo en lo que tiene vasta experiencia. En su país trabajó en negocios de comida rápida, ventas, y hasta hizo trabajos de electricista. Gracias a ello pudo pagarse su carrera de Derecho en la Universidad Privada José Antonio Páez, una de las más prestigiosas de su estado. No es que le faltara dinero, en principio, sino que le sobraban las ganas.

"Mi papá fue abogado y llegó a trabajar como fiscal del Ministerio Público en el estado Portuguesa, y mi mamá es abogada, así que puede decirse que crecí entre abogados", vuelve a sonreír.

Sus padres lo apoyaron y lo apoyan mucho, aunque su progenitor falleció hace solo unos meses. "Lo que pasa es que cuando creces, ya quieres tener tus propias cosas, tu independencia".

Pero la crisis económica y humanitaria de Venezuela no le daba demasiadas opciones. Trató de sobreponerse a ella, e incluso llegó a tener un puesto administrativo en la Academia Puerto Cabello, un equipo de fútbol que acaba de subir a la primera división de la ligha venezolana; sin embargo, cambió la directiva, y él fue removido de su puesto. Por cierto, el combinado está obteniendo resultados mixtos en el campeonato local.

Y ése es otro de los intereses de Moisés, junto al básquet. "Me gusta el fútbol; juego como delantero". Quizás por éso, reflexiona, tiene esa capacidad de visualización y ese optimismo, aunque ello no le despega los pies de la tierra.

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De hecho, uno de sus primeros chascos fue descubrir que las fotos que muchos compatriotas suyos publicaban en grupos especializados en integrar e informar a venezolanos en Perú solo mostraban la parte bonita y festiva de la migración.

"Tú ves a la gente comiendo pizza, ddisfrutando, pero lo que no ves es lo que cuesta conseguir todo éso", observa". "Aquí no es como Venezuela porque tienes que trabajar hasta diez, doce o más horas para reunir quince o veinte soles" (el equivalente a cuatro a seis dólares) por día, "y éso es lo que no te dicen".

Otra cosa que no dicen las redes sociales es que el hombre venezolano parece tener menos posibilidades que la mujher venezolana para colocarse laboralmente, a pesar de tener una preparación similar.

"Sin embargo, a diferencia de Venezuela, aquí hay más capacidad adquisitiva porque con ese dinero puedes comprar más comida, más cosas, más ropa", aclara, y éso fue lo que le atrajo de Perú: una posición económica que en el contexto sudamericano aún tiene al sol mejor apreciado que el dólar comparado con otras denominaciones, y una inflación muy baja.

Ahora el sueño de Moisés es reunir el dinero suficiente para tramitar el PTP, e insistir con dejar hojas de vida donde se las reciban en busca de un trabajo honesto: "La gente me dice 'venezolano, no te vayas' porque tú sí vienes a hacer el bien", confiesa.

Eventualmente ha conseguido trabajar un par de días en una construcción ubicada cerca de donde está viviendo, pero todo depende de que al ingeniero residente le falten operarios. Si no consigue ser admitido para el jornal, perder el día sin producir no es una de sus opciones.

Si las cosas le salen como las está proyectando, espera quedarse un par de años más, mejorar su posición económica y tentar el retorno a su país. Y si no, seguirse especializando en Derecho. Le llama la atención la rama Penal, y entre sus ejercicios de visualización está litigando en la corte, o hasta llegando a ser un fiscal, como su padre.

"Detesto la injusticia", subraya. "Por éso estudié Derecho".

Mientras tanto, sigue recorriendo las calles de Piura ofreciendo su tisana, especialmente ahora que el calor comienza a incrementarse, sin perder la fe en Dios, la fe en sí mismo, en sus sueños y en sus deseos de superarse.

Y mientras sigue caminando, trae a su cabeza el Salmo 91, en especial el décimo quinto verso: "Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores".

"Amén", conjura. (Nelson Peñaherrera Castillo)

[Fotos Cortesía Moisés Vivenes]

 

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