23
Mar, Abr

Goles racistas

Nelson Peñaherrera
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

nelson penaherrera castilloERP/N.Peñaherrera. Hace una semana, el Real Garcilaso, uno de los equipos que juegan en la profesional de fútbol, se involucró en una controversia por racismo.

En la publicidad donde anunciaba su choque con el Alianza Lima, usó un mono para simbolizar al contrincante y todo el mundo saltó cual fiera.

No me queda claro quién lo hizo en defensa de la dignidad humana y quién para defender su fanática filiación a uno u otro equipo.

Lo cierto es que el club cusqueño ha sido señalado, reincidentemente según la gente que sigue el fútbol, de usar insultos racistas, incluso en sus redes sociales.

¿Por qué esto de usar las redes sociales me suena familiar? Sigamos.

El domingo, el jugador brasileño Danny Alves, que milita en el Barcelona de España, recibió un ‘regalo’ de la hinchada rival: un plátano.

Alves es afrodescendiente por donde lo mires, o mejor dicho por donde lo alcanzamos a ver.

El agredido cogió la fruta, la peló y se la comió, agradeciendo el ‘envío’ porque le da fuerza para hacer goles.

Al día siguiente, cientos de jugadores de todos los tonos de piel compartieron en sus redes sociales, fotos de sí mismos comiendo plátano.

Tal ‘viral’ fue un gol de estadio a estadio, sin duda, pues en ningún cerebro que reflexione con prudencia –el uno por ciento de la población, siendo optimistas- cabe la valoración peyorativa por el color de la piel, la apariencia física, el modo de hablar, y hasta la calidad de la ropa que te pongas, para establecer criterios de superioridad o inferioridad frente a la otra persona, o las otras personas.

Eso es arcaico y condenable moral, social y legalmente.

Moralmente porque partimos del hecho de que, en tanto raza humana, nadie es más que nadie, o al menos eso cacarean quienes andan entre padrenuestros y avemarías, aunque en su pasado pesa haber justificado la esclavitud.

Socialmente, porque genera desorden. Nos ubica en esos estamentos que ahora conocemos bajo el engañoso concepto de “nivel socioeconómico”. ¿Alguien puede negar que se establecen diferencias si compras tu ropa en el mercadillo de Bellavista o el Open Plaza?

Legalmente, porque es un delito tipificado en el artículo 323° del Código Penal, donde se reúne en parte, el razonamiento anterior; además, hay una convención internacional que lo proscribe.

Yo agregaría una inviabilidad de orden biológico: el descubrimiento del genoma humano encontró que el entramado de ADN de una persona blanca, negra, cobriza, amarilla, y matices intermedios, es exactamente el mismo.

Digo, más allá de los 32 pares de cromosomas y una química basada en el carbono, no hay diferencias sustanciales.

Ahora bien, ¿cómo metemos esta información a un cerebro racista? ¿Aún tiene argumentos coloniales para establecer que su acción es positiva?

Y mucho más aún: ¿cómo convencerle de que el fanatismo es una degradación del amor, que solo genera violencia cuando no es favorablemente apreciado?

En un país, y un mundo, con una mala salud mental, usar referencias racistas es lo mismo que apagar incendios con gasolina. Si nuestras autoridades dicen no ser pirómanas, ¿qué esperan para dar un buen escarmiento a quien no lo quiere entender, aunque sean ellas mismas?

Por cierto, ¿cuándo carrizo la Municipalidad Provincial de Sullana implementará la OM 013-2008/MPS?

(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)

 

Publicidad Aral1

Paypal1