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Jue, Abr

¡Luces! ¡Cámara…! ¡La canción!

Nelson Peñaherrera
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ERP. Mientras el Perú se prepara para el primer debate –sí, entre los equipos técnicos, lo que viene a colación con esta columna—llega a mi cabeza un título de Hollywood, uno de esos que llaman ‘blockbusters’ o rompetaquillas… cuando aún funcionaban las taquillas. En inglés se le encuentra como “America’s Sweethearts”, pero en Iberoamérica se tradujo el título como “La pareja del año” (Columbia Pictures, 2001).

No pretendo boicotearle sintonía al debate. Mas bien, mi sugerencia es que la veas antes del debate, así que te pongo en autos: imagina que eres miembro de la prensa de espectáculos y te invitan a un hotel todo-pagado para que cubras el lanzamiento de la más reciente película de la pareja de actores más popular de la industria. El caso es que no hay rastros de la película; entonces, ¿qué vas a cubrir?

A un inescrupuloso y experimentado publicista se le ocurre que ante el vacío evidente, lo mejor será levantar la historia por otro lado, digamos, más escabroso. La mentada pareja de actores ha estado casada en la vida real, y la infidelidad de ella no solo ha roto el compromiso sino toda la magia mercadotécnica que podría vender la película… si acaso ya está lista tal película. Es cuando se inventa un culebrón en tiempo real cuyos protagonistas son el actor, la actriz, y el nuevo novio de la actriz.

La treta parece funcionar a la perfección. En medio de los propósitos, despropósitos y disparates más obvios que tienen a todo el paquete de periodistas cubriendo lo que el publicista quiere que se cubra --¿mencioné que el hotel es todo-pagado?—casi nadie repara en la inexistencia de la película hasta que llega la noche del pre-estreno, y la bendita lata con la cinta no aparece por ninguna parte hasta que, de milagro (mejor dicho, en helicóptero), llega el director con el mencionado montaje.

El publicista parece respirar tranquilo hasta que comienza la proyección y… el director no ha respetado el guion en absoluto: en lugar de mostrar un drama de ciencia-ficción, ha terminado haciendo un documental que desnuda lo peor del lado humano de los actores y hasta la hermana de la actriz, a la sazón su asistenta personal.

Si ya la viste, repásala; si no, te garantizo que te irás al suelo de la risa, digo, si eres amante de ese humor retorcido basado en los dislates cotidianos. Y si olvidé mencionar que el largometraje está protagonizado por John Cusack, Katherine Zeta-Jones, Julia Roberts, Billy Crystal y Hank Azaria, fue adrede; no quería generarte una respuesta condicionada. Ahora sí, haz el resto de la tarea que ahí no acaba la tragicomedia que termina siendo.

Algo así está la campaña, o mejor dicho una de las dos campañas que carece de lo básico: un plan de gobierno. Y como para que no nos fijemos en el detalle, nos ha urdido otro culebrón en tiempo real que bien podría traducirse en premisas como “la prensa no me quiere cubrir (pero evito darle declaraciones)”, o “tengo una lista con los salarios de los presentadores de televisión (pero no me hago responsable de mis declaraciones)”, o “no soy comunista (pero condiciono la existencia de los medios a la voluntad gubernamental)”, o qué tal esa de “los pobres contra los ricos”.

Y nos hemos entretenido tanto en esos eslóganes, que hemos olvidado cuestionar si hay un documento que diga cómo se dirigirá el Perú durante los primeros cien días, los primeros doce meses, y todos los cinco años. Porque, déjenme recordarle que ese candidato ya juró ante Dios y la bandera nacional que el 28 de julio de 2026 desaloja Palacio de Gobierno sin opción a retorno inmediato o prórroga.

Ah, no, no olvidé los petardos dentro de su propia campaña, verdaderas bombas incendiarias que calcinan todo el edificio democrático de estilo indefinido que el candidato se esfuerza por construir, más o menos como que mientras él pone la gárgola del techo, en la base le está metiendo comba su propia gente. Verbigracia: los audios de Bermejo.

En la otra orilla, el título del montaje podría llamarse “La familia feliz”, o “no te escondas, Cerrón”, o “La mujer que no podía irse (a Quito)”, lo que también adormece a la opinión pública sobre cómo se va a enmendar ese pasado reciente que deterioró la gobernabilidad desde el Congreso de la República, o hasta qué punto subir al poder podría ponerle pausa a procesos por presunta corrupción.

Otro asunto de fondo es cómo mis creencias personales son forzadas por un cabildeo conservador a ser la política de gobierno, aunque ésta se lleve de encuentro derechos fundamentales (¿qué piensa usted sobre las esterilizaciones forzadas, en las que usted –en principio—no intervino pero conoció de cerquita al entorno?), o ante la que existe una relación indefinida con los grandes medios (¿para qué visitó a Clara Elvira Ospina?).

Por angas o por mangas, encontramos que la figura es exactamente igual: nos ponemos a discutir prioritariamente los detalles nimios y damos por superfluo el fondo de cada asunto. Y en lugar de salir a flote a la superficie y evadir el banco de arena donde encallaremos sí o sí, que seguimos nadando hasta clavarnos de cabeza ahí, lo que a cada campaña dará tiempo para ver cuál será el siguiente parche… salvo que quien ponga el parche termine abriendo un boquete que les despresuriza todo el aire y a ver quién sobrevive mientras el avión se va en picada.

Lo gracioso, o trágicamente gracioso, comparado con ese ‘blockbuster’ de Hollywood es que todos los elementos de la historia parecen estar presentes comenzando por ese actor y esa actriz que, quizás, algún día se adoraron con locura (¿alguien oyó el apellido Becerril?) y que ahora están irreconciliablemente divorciados, pero que tendrán que hacer de tripas corazón mientras uno confía en el poder de algún té milagroso y la otra está extremadamente pendiente de si la opinión pública la aprueba o no. ¿Y qué personaje representamos el resto? No sé. Tendrías que ver la ‘pela’ para encontrarte, pero de que forzosamente estás en el reparto, sí. Y yo también, por si acaso.

¿Ajustarse al guion, irrespetarlo o escribir uno nuevo de cero? Eso va a depender de ti y de tu capacidad para tomar el control de las cosas en tanto ciudadano o ciudadana. Digamos que el argumento es ése hasta ahora. Hasta que tomemos conciencia de lo que nuestro personaje es capaz de hacer –mito del héroe, le dicen en cinematografía—podríamos estar inexorablemente condenados y condenadas a seguir repitiendo la misma historia. Digamos que ya te di el ‘spoiler’. ¿Tú pones la canchita y la gaseosa? ¡Silencio en la sala que la función está a punto de comenzar!

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Diario El Regional de Piura
 

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