07
Sáb, Dic

Uno de mis mayores patrimonios

Nelson Peñaherrera
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nelson penaherrera castilloERP/Nelson Peñaherrera.-  Hace poco, mamá y su hermano más su esposa (o sea, mi tío y mi tía) tuvieron una sublime experiencia regresando al lugar donde nacieron y crecieron.

Como conté alguna vez por acá, mi familia materna es ayabaquina, y la mayor parte de mis tíos y mi madre nacieron y crecieron en Yanchalá, un caserío de la comunidad de Tacalpo, al pie del cerro Balcón, uno de los tres emblemáticos de la cultura ayawaka, de la que descendemos directamente.

Ufff... respiremos. Ahora, sigamos.

Mi tío no se cansó de registrarlo todo en foto y video, y mamá quedó sorprendida cómo a pesar de medio siglo de lejanía, él recordaba cada espacio y vivencia con una facilidad asombrosa.

No es para menos. Mi tío se ha tomado la tarea de reconstruir la historia familiar, y en ese esfuerzo está reconstruyendo la historia de su caserío natal.

Y al reconstruir la historia de su caserío natal, está aportando, sin quererlo, a comprobar teorías tímidamente publicadas sobre el origen de la población que se asentó en la mitad oriental de Piura, y que podría conectarnos a un punto perdido en la actual selva, en el departamento de Amazonas.

Al margen de la precisión de esta teoría, lo que mi tío hace, y lo que hacen todas las personas que nos ponemos a hurgar en nuestros orígenes es la construcción de nuestra identidad.

Cuando tenemos clara nuestra conexión con un origen común, un espacio común y una historia común, además de los patrones culturales comunes, tenemos un valioso punto de apoyo para afianzarnos en el presente y proyectarnos al futuro.

Esto no quiere decir desconectarse del pasado, sino reinventarlo, volverlo palpitante con formas diferentes pero manteniendo la misma esencia.

Construir identidad no es forjar una antojadiza visión romántica y exagerada de lo buenos que fuimos (en lo personal, me convencí que los incas no eran tan buena gente como nos los pintan), sino tener una visión objetiva de quiénes fuimos para mejorar lo positivo y corregir lo negativo.

A eso se llama evolución.

Cuando el sistema educativo tiene como eje principal la formación de nuestra identidad, de manera correcta quiero decir, nos da los insumos para que evolucionemos.

Insisto, no se trata de ofrecer una visión cerrada, dogmáticae incuestionable del pasado y el presente, sino un concepto libre, analítico y debatible que nos permita descubrir nuestra vocación real y cómo oinsertarla en el proceso de mejora de una comunidad.

Eso, repito, se llama evolución.

Es probable que la razón para tanta anomia de nuestra gente es que les estamos diciendo que se formen para tener plata y darle de comer a las corporaciones, pero no les estamos diciendo que primero se conecten internamente, que descubran su espacio-tiempo individual y que sepan dialogar para incorporarlo al crecimiento de una nación.

Como que hay una seria diferencia entre ambas visiones.

Igual, la construcción de identidad mejora la generación de prosperidad y bienestar para todo el mundo porque pone a la persona como fin y al dinero como medio, no al revés (como es ahora).

Me siento afortunado por tener una familia que me dio identidad, y ése es uno de mis mayores patrimonios. ¿Podrías afirmar lo mismo de ti?

(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)

 

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