07
Sáb, Dic

¿Nuestra última palabra sobre la reelección?

Nelson Peñaherrera
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nelson penaherrera castilloERP/N.Peñaherrera. Tengo sentimientos encontrados con respecto al reciente proyecto de ley aprobado cual relámpago en el Congreso de la República, sobre la reelección de alcaldes y presidentes regionales (que pasarían a renombrarse como 'gobernadores'... ¿alguien dijo federalismo?)

Para comenzar, es una típica reacción legislativa para poner paños fríos a un problema que, con o sin reelección, vamos a arrastrar toda la vida: la corrupción.

Por cierto, es una reacción nada auspiciosa pues se sucede al chantaje de las hordas que han protestado violentamente pidiendo la cabeza de sus autoridades, e inventando unas leyes que le sacarían roncha a Ana María Polo (suave con el martillo, tía).

¿No que el Perú tenía por política evitar la negociación con manifestantes violentos?

Y antes de que en la tierra del Cautivo se irroguen un título que no les es propio, en casi todo el país se espera que esta semana lleguen sendas comisiones de la Contraloría de la República a ver si es cierta tanta alharaca.

Pero ahí no radican mis sentimientos encontrados.

De hecho, esta ley, si se aprueba, será una forma de castigar a quienes no satisfagan las expectativas del electorado. Por supuesto, primero definamos la palabra expectativas, pero presumo que puede interpretarse como "ya pe, dame chambita".

Aunque tampoco seamos tan inocentes: será una forma de asegurar que, en primera instancia, quien entre a calentar asiento, a salir en las fotos o a vaciar las arcas locales, ya no tenga otra oportunidad para alcanzar la posición por la que peleó.

De todos modos, también existen la revocatoria y la vacancia, por si lo has olvidado. Ahora, que tu capacidad de cabildeo no sea eficaz, no es culpa de la ley sino tuya.

Ése parece ser el escenario lógico.

Pero, ¿qué pasa si la autoridad resulta ser eficaz, eficiente, sobresaliente, extraordinaria? ¿Volveremos a pedir que se permita la reelección, incluso sempiternamente? ¿Se volverá a marchar, quemar propiedad pública, bloquear carreteras o azotar a mujeres embarazadas (sí, pasó) con tal de que la autoridad continúe? ¿Tienen las leyes que sujetarse a nuestra volubilidad, nuestro capricho ciudadano?

Es cierto que la ciudadanía tiene la última palabra sobre el destino que quiere tomar políticamente hablando, y que lo debe delegar a sus representantes; pero también debe hacer un ejercicio de profunda reflexión (por una vez en su vida, por Dios) antes de tomar decisiones por las que podría estarse lamentando en el futuro.

Como otras instancias respetables, como la Defensoría del Pueblo, pienso que ya existen los mecanismos para acabar con la corrupción en municipalidades y gobiernos regionales. De ahí a que no nos dé la gana utilizarlos, con el cuento de que los desconocemos, insisto, no es culpa de la ley, sino nuestra.

Ah, desde luego que también es culpa de algún tinterillo que nos manipula de lo lindo con tal de salir ganando en medio de toda la bronca.

Pensemos seriamente este asunto de prohibir o permitir la reelección de autoridades. No pidamos ni decidamos con la chicha revuelta. Aprendamos a meditar, a reflexionar con perspectiva, a pensarlo con serenidad.

La segunda votación será en febrero próximo. Y como todo cargo de elección popular es irrenunciable, no veremos sus frutos hasta los comicios de 2018.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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