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Lun, Abr

Isabel Ramos Seminario 'La Chabelita de junio'

Miguel Godos Curay
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ERP. (Por: Miguel Godos Curay) La casa Museo Grau no es la misma tras la ausencia de Isabel Ramos Seminario. Con su talante humano, su don de gentes, su entusiasmo despertó el interés por el tópico piurano a cuanto estudioso visitó la casa. Era una apasionada de la historia y a fuerza de indagar sobre entronques y linajes acabó de genealogista. Su libro sobre Los Seminario de Piura publicado en el N° 18 de la Revista del Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas, es un apreciable documento.

Frecuenté a Chabela quien fue una fina y viva conexión con los piuranistas Antonio Rumiche Ayala, Carlos Robles Rázuri entonces Director del Archivo departamental de Piura, Jorge Moscol Urbina autor de libros profusos en datos El Comercio en Piura y la Historia de la Cámara de Comercio de Piura que abrieron numerosos caminos para el estudio de la actividad económica regional. Y investigadores como Anne Marie Hocquenghem, Juan José Vega, Susana Aldana, Laura Hurtado todos ellos vinculados al pasado regional.

Isabelita añadió a la Casa Museo Grau la mejor comprensión sobre el pasado del héroe su proximidad a estudiosos como Ella Dumbar Temple, Miguel Maticorena Estrada, Miguel Arturo Seminario, José Agustín de la Puente y Guillermo Thorndike autor de seis volúmenes sobre la vida de Grau editados por el Congreso de la República. El escritor encontró en ella a una valiosa fuente de información. Un camino, partiendo de la intimidad familiar y la mirada de los ojos azul verdes de doña Luisa Seminario, la madre, penetraba en la grandeza humana de Grau.

De la Puente penetró en la estatura ética y cívica de Grau, sus valores profundamente cristianos su lealtad a la Constitución en su contexto histórico. Grau sigue siendo en Piura fermento de piuranidad. Llamarlo el peruano del milenio es como convertirlo en una Coca- Cola helada en el desierto para la mejor sed. Su estatura humana extraordinaria tiene otras reveladoras dimensiones poco conocidas. Grau es mucho más. Su nombre sabe a sal y a grandeza humana. Si abrió sus ojos de niño al mar en Paita. Si aprendió a vivir el duro trajín marinero con austeridad y creció con un temple humano insuperable. Habría que asomarse, como lo señaló con profundidad aristotélica la doctora Luz González Umeres, a sus virtudes humanas, cívicas y cristianas.

Isabel Ramos Seminario, nos aproximó a Grau con su talante humano y ese emprendimiento invisible que permitió dotar de mobiliario a la casa museo. Viejas sillas de esterilla estropeadas por el olvido y la modernidad que estorbaban en el municipio fueron rescatadas y restauradas para dar vida a los ambientes. Con el concurso de amigos como Armando Burneo Seminario se completó esta tarea diligente y silenciosa. Lo que vino después alejó a los visitantes asiduos. Chabelita era parte de esa perennidad dialogante de ese afecto entrañable por el pasado y por la historia. Sentimos su ausencia. Su don de gentes, su trato cortés y amable. Distinto de ese estar y no estar en el recinto. Estar para la foto y escurrirse en la propicia ocasión para atender a los visitantes. Escolares, ama de casa, piuranos y visitantes de rincones ignotos del Perú. Nacionales y extranjeros.

Se ha ido en junio Isabel Ramos Seminario. Se siente la ausencia. Su levedad recorre los rincones ahí donde se escuchó su voz y se convirtió en magia encantadora su presencia. Siempre fue un hato de recuerdos, un álbum inacabado de viejas fotografías sustraídas por furtivos coleccionistas para negociar y reproducir impunemente. Olvidando, como se dice en Piura, Chabela fue siempre mano abierta. Generosa y puntual. A decir de Juan José Vega tenía ese don encantador de la piurana inteligente, conversadora amena, respetuosa y gentil.

Como en sus cotidianas caminatas por la avenida Grau, camino a la casa museo, será siempre un grato recuerdo de la piuranidad ausente. Vivimos el vértigo de criaturas sin memoria. Sin historia y sin identidad propia. Tiempos duros nos toca enfrentar y sobreponernos a esta bíblica plaga colectiva que con inaudita crueldad nos arrebata de las manos lo que más queremos y estimamos. No es la primera vez que nos sacude el mal. Tenemos en nuestra gea la huella de todas las inesperadas tragedias. Dios nos mantiene en pie. Y a su paso por esta Piura de calles y callejas desoladas descubrió tras la lluvia repentina entre algarrobos verdes la chabelita más donosa para aliviar su tristeza. Y se la llevó para siempre.

Diario El Regional de Piura
 

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