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Mié, Dic

El derecho a ocultar: ¿cuándo aplica en quien hace política?

Nelson Peñaherrera
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ERP. Aunque los medios creamos que podemos cubrirlo todo y entrevistar a todo el mundo para construir una historia, la verdad es que tenemos un límite crítico: si el tema no es de interés público, escapa al ámbito periodístico. Claro que hay muchas discusiones sobre cuándo lo privado pasa a ser público (respuesta clásica: cuando afecta a un número considerable de personas), pero lo que más solemos aplicar en estos casos es el sentido común.

Por: Nelson Peñaherrera Castillo

Como cuestión previa, valdría la pena recordar la definición de interés público. Dícese (dixit) del paquete de temas que involucran a un colectivo social amplio o específico, que forma parte de su discurso e interacción, y que termina definiendo la forma en que toman sus decisiones. Dicho en ‘chusquito’, si nos beneficia o perjudica en manchita, se habla en voz alta y se actúa según las circunstancias.

Y aquí también radica la diferencia entre un o una periodista profesional y quien no lo es. Muchas veces se acusa al primer sujeto de actuar con cierto temor ante algo más grande, y suele interpretarse por el común como cobardía, pero lo que poca gente sabe es que mientras tú estás soltando el dato, por la mente de ese o esa profesional se están activando varios filtros: ¿esto es real? ¿la afectación es realmente colectiva? ¿qué implicaciones legales tiene su publicación y de qué manera mi fuente y yo nos blindamos ante ellas? ¿la historia amerita seguimiento?

Con la política, este lindero parece correrse o desvanecerse. Desde que la cosa pública es, precisamente, pública, consideramos que todo lo que acontece en su campo tiene que ser del dominio de toda la gente porque a la fuerza la va a afectar positiva o negativamente, total o parcialmente.

Por eso es que las personas que desarrollan la, o trabajan en la, política siempre están bajo escrutinio casi a cualquier hora del día. Claro que a veces los medios nos pasamos de abusivos con tal de tener el titular que abra la edición de mañana, pero una de las cosas que tal persona metida en política debería recordar a cada momento es que le deben cuentas a la comunidad, y los medios –sean propios o las organizaciones como las conocemos—son los canales eficientes que sirven como puente entre lo que dice o hace y lo que el resto ha de conocer.

Y este conocimiento se ha convertido en un derecho, especialmente si se trata de decisiones o dineros públicos. La razón por la que la gente tiene el derecho de conocer es, primero, por un mínimo sentido de respeto (piensa en la palabra “votos”), y, segundo, porque a partir de ese conocimiento, la gente tomará sus propias decisiones. En resumen, los políticos y las políticas deben considerar que estarán rindiendo cuentas en forma constante; si no lo hacen, levantan halos de sospecha.

Aunque, antes de seguir, vale la pena indicar que incluso la información sobre política tiene un par de límites: el primero, cuando afecta el derecho a la intimidad, y, el segundo, cuando pone en riesgo la seguridad nacional. Claro que hay políticos y políticas que se aprovechan de esta acotación para fomentar una especie de secretismo, pero al menos teóricamente, el periodismo no puede violar el acceso en esas situaciones.

ejemplo clásico dentro de la primera acotación: problemas de infidelidad que comete el político o la política. Si lo hace, asunto suyo; en todo caso que le rinda cuentas a su pareja o cónyuge. Pero, si tales infidelidades se financian con dinero público, la cosa ya deja de ser privada.

Ejemplo para la segunda acotación: hay una acción militar estratégica y un o una congresista tiene acceso a datos privilegiados; así le pique la lengua por declarar, no puede, y si lo hace, el medio debe bloquear la publicación… a menos que ese dato genere un genocidio de proporciones épicas, lo que constituye un crimen de lesa humanidad, y, de hecho, se publica.

Fuera de esas acotaciones, todo se sabe, todo se informa. Y, como decía más arriba, si alguien oculta, no solo al medio y sus periodistas, pero a toda la gente, queda la sospecha y la suspicacia como herramientas para ir abriendo o rompiendo candados.

¿Lo mismo pasa si estás postulando a un cargo de elección popular? Si bien no tienes acceso ni control de un poder por parcelas o de manera total, digamos que el periodo en que se aspira es un entrenamiento a lo que podría pasar si consigues el puesto. Por lo tanto, las mismas actitudes de apertura, transparencia y claridad aplican. Si las descartas, también al público le queda la suspicacia y la sospecha como herramientas para saber qué ocultas.

Y, de acuerdo, te protegen las mismas limitaciones que a quien sí tiene acceso y control del poder político, pero si también usas tales mañas para evadirte, bueno, ya sabes cómo el público puede reaccionar: o estás haciendo algo chueco que deseas mantener en secreto, o tienes una timidez patológica que te impulsa a andar y actuar solo en las sombras sin que eso signifique que estés cometiendo algún ilícito.

Si es lo primero, pues la salida es someterte a la justicia; si es lo segundo, ¿en serio no te equivocaste de vocación social? Digo, político o política que rehúya compulsivamente de ese escrutinio público en definitiva se equivocó de oficio. En cualquiera de ambas opciones, más que perder el político o la política, pierde la ciudadanía, primero por el ocultamiento, y segundo porque ese espacio bien puede ser ocupado por alguien con mejor visión, vocación y proyecto.

El cerrarse de modo imperativo a que ese escrutinio sea posible no necesariamente significa actitud fuerte, sino actitud violenta causada por ese miedo a que el resto sepa qué estás planeando o haciendo en la realidad. El derecho a guardar silencio es una opción válida, pero en términos políticos, no decir nada dice mucho más que el discurso jamás formidablemente elaborado.

En conclusión, si quieres hacer carrera en la política, no tengas miedo a mostrar, decir, explicar, debatir, exponer. No importa si tienes buenas o malas noticias; lo que nunca debes perder de vista es que la gente tiene derecho a conocer; y si el poder viene de la gente y va hacia ella, adivina qué te toca hacer a ti. No es tan complicado de entender.

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Diario El Regional de Piura
 

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